Varios líderes de la rebelión están condenados por asesinato
Dos de los principales cabecillas de los insurgentes haitianos, Louis Jodel Chamblain y Jean Pierre Baptiste, están condenados a cadena perpetua por asesinatos cometidos durante la dictadura militar que rigió en Haití entre 1991 y 1994, según advirtió en Madrid José Miguel Vivanco, director para las Américas de la organización humanitaria Human Rights Watch (HRW).
"La comunidad internacional ya debía haberse movilizado hace semanas porque entre los principales líderes de los rebeldes existen individuos con los peores antecedentes en derechos humanos", destacó Vivanco. Chamblain está condenado por asesinar al destacado opositor Antoine Izmery, mientras que Baptiste -también conocido como Jean Tatoune- es el responsable de la matanza de 15 personas en 1994 en la localidad de Rabouteau.
HRW es partidaria de la intervención de una fuerza internacional en Haití "de carácter disuasorio". "Si la comunidad internacional no interviene, Haití estará en manos de esta gente en cuestión de horas", vaticinó Vivanco. Según los testimonios recogidos por la organización en las cerca de 80 muertes violentas ocurridas hasta el momento en el país caribeño estarían involucrados tantos los rebeldes como, la policía y las fuerzas paramilitares armadas por el propio Aristide. "Nos guste o no nos guste, Aristide es el presidente constitucional del país y la intervención internacional debería ser a petición de éste".
Aristide, responsable
Para la organización humanitaria internacional, el presidente del país, Jean Bertand Aristide, es responsable de que la situación en Haití se haya degradado hasta el nivel de los acontecimientos de los últimos días. "En Haití no hay Estado de derecho, Aristide está gobernando por decreto", explica Vivanco para quien "aún así el que país esté en ruinas no es culpa totalmente de Aristide -que no ha hecho lo más mínimo por desarrollar las instituciones democráticas-, por desgracia ésa es la historia de Haití".
El fraude electoral cometido por Aristide en 2000 sería la clave de la crisis actual según el director de HRW. Desde entonces la Organización de Estados Americanos (OEA) se negó a supervisar más procesos electorales. "Aristide entró entonces en una táctica diletante que le ha hecho perder todo el prestigio ante su propio pueblo y ante la comunidad internacional. Su palabra perdió todo peso y ahora muy pocos confían en él".
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