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Reportaje:

Un muro en el patio del convento

Israel acelera la construcción de la barrera de separación en el barrio de Abu Dis, la 'capital secreta' del futuro Estado de Palestina

Las autoridades de Israel han decidido acelerar la construcción del muro en torno a Abu Dis, la capital secreta del futuro Estado de Palestina. Una muralla de cemento de más de ocho metros de altura ha empezado a cortar en dos este barrio árabe de Jerusalén Este, donde se amontonan más de 11.000 habitantes. Los vecinos sostienen que estas obras son un acto de desafío al procedimiento judicial que se sigue ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya.

Las excavadoras israelíes volvieron el martes por la mañana a irrumpir en el convento de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, donde las monjas han establecido desde hace más de medio siglo uno de los orfelinatos más prestigiosos de Jerusalén y en el que se da cobijo a un centenar de niños. Sin embargo, el ruido de la maquinaria no parece inmutar a sor Josefina, de 80 años, oriunda del norte de Italia, Turín, superiora de la comunidad que, impasible, ha continuado cocinando las tortillas de harina que los pequeños se comerán en la fiesta de la tarde, la última del Carnaval.

Los más acaudalados han empezado a buscar alojamiento en el sector israelí
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"¿Qué quiere que hagamos? Hemos tirado la toalla. El Ejército se ha apropiado de un trozo de nuestra huerta para construir el muro", asegura la religiosa con resignación y después afirma que de nada han servido las quejas que sobre este asunto trasladó el Patriarcado Latino al Gobierno de Israel.

La reclamación de estas religiosas iba acompañada por otras súplicas similares suscritas por las Hermanas Combonianas -fundadas por el padre Daniel Comboni-, los Padres de la Pasión de Cristo y algunas otras comunidades católicas de la zona, afectadas asimismo por la construcción del muro.

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El martes, después de un largo silencio que ha durado cerca de dos meses, las obras del muro se han reactivado con todo vigor en Abu Dis, dividiendo la población, que ha empezado a quedar cortada en dos: una, la del Este, en poder de la Autoridad Nacional Palestina; la otra, al Oeste, anexionada definitivamente al Jerusalén israelí. La maniobra se ha llevado a cabo de manera limpia, como si se tratara de una operación quirúrgica, arrollando y cercenando a su paso no sólo las propiedades de diversas comunidades religiosas, sino también la de centenares de vecinos, que de la noche a la mañana se han visto despojados de un patio, de un pedazo de jardín o simplemente de un trastero o un gallinero, por donde pasan ahora las obras anexas a la muralla.

El muro en Abu Dis ha empezado también a dividir familias y a destrozar las vidas de la práctica totalidad de los vecinos, que de un tajo están siendo marginados, aislados e incomunicados de un buen número de servicios sociales, que quedan ya al otro lado.

Los más acaudalados, lo que incluye a los extranjeros, han empezado a buscar un nuevo alojamiento en el sector israelí, mientras que el resto, es decir, la mayoría, se resigna a malvivir y a morir en el recinto asediado. En una chispa de ironía, un grupo de jóvenes del interior ha pintado en el muro con un spray negro una frase lacónica en inglés: "Bienvenido al ghetto de Abu Dis".

Dentro de la ciudad asediada han quedado encerrados algunos sueños de la independencia palestina, como la Universidad de Al Quods, la nueva sede del Parlamento o la residencia del actual primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina, Ahmed Qurei. Pero, sobre todo, el muro ha sepultado ese pacto secreto que en 1996 suscribieron el líder palestino Abu Mazen y el ex ministro israelí Yossi Beilin, por el que se comprometían a convertir a este barrio de Jerusalén Este, Abu Dis, en la sede del Gobierno del Estado de Palestina, desde donde partiría una carretera que permitiría ir directamente y controlar la Explanada de las Mezquitas.

Mientras las excavadoras reanudaban incansables su trabajo en Abu Dis, las autoridades israelíes iniciaban también en los alrededores de Ramala, en la aldea de Beit Sourik, la construcción de un nuevo tramo de muralla, de 42 kilómetros, que se sumaran a los 180 ya existentes.

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