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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Perú encadena crisis

Las encuestas más solventes muestran una mayoría de latinoamericanos insatisfechos con sus políticos y descreídos con las instituciones. En numerosos países, presidentes generalmente débiles intentan abrirse paso entre la hostilidad popular e intereses atrincherados a los que no es posible combatir con reformas descafeinadas. Los sondeos reflejan desencanto con la capacidad de la democracia para impulsar crecimiento económico y modernización social de una manera rápida y tangible. En el caso de los países andinos -Ecuador, Colombia, Bolivia, Perú-, la construcción democrática es especialmente difícil, entre otros factores, por su mezcla explosiva de pobreza y divisiones étnicas.

Perú ejemplifica esta situación. La miseria no es mayor con el presidente Alejandro Toledo, más bien al contrario. La economía está creciendo al 4% anual y la inversión privada aumenta lentamente. El descontento social no es tan aparatoso y tumultuario como hace algún tiempo. Sin embargo, dos años después de que asumiera el mando en medio de encendidas promesas de indigenismo, transparencia y progreso, a Toledo le apoya un raquítico 7% de sus conciudadanos. Su posición es crítica.

Una razón básica de este divorcio es la demagogia del jefe de Perú Posible. Otra, la grave indecisión política de Toledo, que le ha llevado a cambiar cinco veces de Gobierno en dos años. En buena parte de esas mudanzas se ha sustituido a personas competentes por abiertos oportunistas o amiguetes del presidente, al que la Constitución reformada por Alberto Fujimori en 1993 le otorga plenos poderes. Tampoco en la lucha contra la corrupción ha brillado Toledo, como hizo creer a los peruanos. Aunque mucho menos espectaculares que en la era Fujimori-Montesinos, los escándalos se han venido sucediendo en su entorno. La impopularidad de Toledo se extiende a su mujer, a quien los peruanos acusan de inmiscuirse demasiado en política, incluso para los hábitos latinoamericanos.

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Es muy improbable que Toledo, en el filo de la navaja, sobreviva hasta el final de su mandato, en 2006. El Gobierno que acaba de formarse para intentar atajar la enésima crisis tiene un tufo continuista, pese al carácter técnico de media docena de sus miembros. Todo sugiere que al primer mandatario peruano, tan hábil vendedor de promesas como comprador de tiempo, se le ha acabado el de achacar a la "mafia fujimontesinista" todos los males de su sufrido país.

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