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Columna
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Políticas que pasan factura

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

La presentación de las perspectivas financieras 2007-2013 en la Unión Europea ha servido para darnos cuenta de la enorme cantidad de dinero que hemos recibido de nuestros socios comunitarios en los últimos 17 años. En el año 2002, el saldo nos fue favorable en 8.400 millones de euros, casi 1,3 billones de las antiguas pesetas. Aunque esos 8.400 millones de euros de 2002 son la diferencia entre lo que pagamos a Bruselas -7.000 millones de euros- y lo que recibimos -15.400 millones-, la atención se ha centrado fundamentalmente en cómo van a disminuir estos últimos a partir de 2007. Es normal que las ayudas empiecen a disminuir, puesto que, desde que entramos en la Comunidad en 1985, España ha estado creciendo todos los años -excepto dos- por encima de la media europea. Además, los países que ahora entran en la Unión son más pobres que nosotros y es lógico que España vea disminuidos los fondos que recibe.

No obstante, aunque ésa es la dirección inevitable, siempre cabría, como sucede en toda negociación comunitaria, introducir aplazamientos o suavizaciones en interés de España. Pero, desgraciadamente, la absurda política exterior del Gobierno de Aznar nos va a pasar factura en esta negociación. La arrogancia de insultar a Francia y a Alemania -los viejos- nos costará dinero. Estamos muy lejos de aquella política de ser simpáticos con nuestros vecinos que nos permitió, por ejemplo, conseguir para España el Fondo de Cohesión.

Pero se ha prestado menos atención al otro componente que explica la disminución del saldo de fondos comunitarios; me refiero al aumento de las aportaciones de España al presupuesto comunitario. Este factor es importante, porque, cuanto más aportemos, menor será el saldo neto recibido de la Unión. Y no hay que esperar a 2006 para ver cómo se reduce el saldo como consecuencia del aumento de nuestras aportaciones. En los últimos años, y a pesar de que la recepción de fondos ha seguido aumentando, el saldo neto con la Comunidad ha caído de 8.400 millones de euros en 2002, a 6.400 millones en 2004. Hemos perdido, en sólo dos años, 2.000 millones de euros, o sea, unos 300.000 millones de pesetas, porque han aumentado nuestras aportaciones a Bruselas.

Aznar no ha tardado en dar una explicación, como siempre, arrogante: "Pagamos más porque somos más ricos". Pues bien, eso es cierto sólo en una mínima parte, porque nuestros mayores pagos relativos son, sobre todo, consecuencia de una política macroeconómica inflacionista. Pagamos cada vez más porque tenemos más inflación que nuestros socios, ya que las aportaciones presupuestarias están muy relacionadas con la evolución del PIB nominal, que suma el crecimiento real y el de los precios. La inflación española en los tres últimos años, medida por el deflactor del PIB, se ha movido entre el 4% y el 5% anual frente a, por ejemplo, la inflación francesa, que se ha movido sólo por encima del 1%. En ese periodo, España ha crecido en términos reales algo más que Francia -un 7%, frente al 4% de Francia en tres años-, pero nuestros precios en esos tres años han crecido un 14%, frente a un crecimiento del 5% en Francia. Con todo ello, el aumento del PIB nominal español, que es el más relacionado con las aportaciones presupuestarias, ha aumentado un 21,5%, frente al 9% francés. Algún día pagaremos -con un menor crecimiento futuro- las consecuencias de haber aumentado los precios un 14% en tres años en vez de un 5%, como lo ha hecho Francia. Comprobaremos que fue un mal negocio aumentar la inflación todos los años para poder lucir un poquito más de crecimiento real. Eso lo pagaremos con menor crecimiento futuro, pero, en lo que se refiere a la factura que esa política inflacionista nos puede pasar en términos de disminución de la transferencia neta de recursos comunitarios a España, no hay que esperar ni hacer apuestas. Ya hemos empezado a pagarla. Zapatero o Rajoy se van a enterar.

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