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Aulas

Expertos en ruido estudian en Granada sus efectos en la salud y las medidas políticas para reducirlo

No es fácil delimitar el concepto de ruido. "Sonido no deseado" o "sonido perturbador que interfiere en la actividad de quien lo sufre", son algunas de las definiciones que se han dado a este fenómeno que, con el desarrollo económico, ha pasado a formar parte de la vida cotidiana en las grandes ciudades y afecta a sus habitantes. Uno de cada tres andaluces (el 32%) considera un problema los ruidos exteriores a su vivienda, según el censo de población y vivienda de 2001.

Esa incidencia en las actividades diarias y su reducción es el objeto de estudio del curso Diagnóstico y minimización de la contaminación acústica, organizado por la Universidad de Granada y la Fundación Euroárabe, que abordará el tema desde sus aspectos políticos, científicos, sociales y técnicos desde hoy hasta el jueves.

La incidencia de la contaminación acústica en la salud se ha convertido en motivo de preocupación para las administraciones, que desde hace unos años plantean políticas para tratar de reducirlo. La Unión Europea aprobó una directiva sobre este tema en 2002 que fue traspuesta al ordenamiento español mediante la recién aprobada Ley de Ruidos (noviembre de 2003), que obliga a autonomías y municipios a realizar mapas de ruido de las aglomeraciones urbanas y de las infraestructuras que emitan más decibelios (autopistas, aeropuertos, estaciones de tren). El objetivo, según la ley, es evaluar la exposición a este fenómeno para posibilitar la adopción de medidas tendentes a reducirlo. Andalucía aprobó su propio reglamento de protección contra este tipo de contaminación días después de la publicación de la ley estatal.

"El ruido ambiental no es tan importante por las patologías concretas que pueda provocar como por las alteraciones que produce en una conducta saludable", explica Alberto Fernández, coordinador de la Escuela Andaluza de Salud Pública. Un nivel de ruido excesivo puede alterar la frecuencia cardiaca e incrementar la tensión arterial. Este tipo de contaminación afecta al desarrollo psicomotor de los niños y a veces a su rendimiento escolar, pero sus efectos son reversibles. Todo ello sin contar sus efectos sobre el sueño. Fernández asegura que por encima de los 60 decibelios, no hay quien duerma, pero las grandes avenidas -como en Granada el Camino de Ronda- generan niveles de ruido que superan los 65 o 70 en hora punta. Un sonido puede producir sordera a partir de los 80 decibelios.

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