Humor nativo
"Todo incluido" es el señuelo con el que las agencias de viaje seducen nuestro deseo de viajar a remotos paraísos tropicales sin exponernos a ningún riesgo. Esa oferta mágica cierra el círculo perfecto de unas vacaciones en las que hasta el más mínimo detalle está previsto y calculado de antemano para evitarnos cualquier tropiezo, incluido desde luego el contacto siempre arriesgado con la población nativa que sigue su vida detrás de la escenografía en la que se despliega el maravilloso espectáculo de la naturaleza en los trópicos.
Pero como la realidad es to
TODO INCLUIDO. Imágenes urbanas de Centromérica
Cuartel del Conde Duque
Conde Duque, 9. Madrid
Hasta el 14 de marzo
zuda y se empeña en no desaparecer definitivamente detrás de sus más deslumbrantes imágenes, terminas tropezando con una exposición como Todo incluido en la que las obras de 31 artistas y 9 directores de cine te ponen en contacto con la crudeza de una realidad que a todo trance querías evitar. En este caso, la realidad de Centroamérica, uno de los lugares más bellos y al mismo tiempo más convulsionado y violento del mundo. Un día por una erupción volcánica, otro por un huracán devastador y casi siempre por unas guerras catastróficas cuya crueldad intentamos escamotear utilizando calificativos tan engañosos como los de "conflicto armado" o "guerra de baja intensidad".
Mas no teman: la mayoría de las obras expuestas actualmente en el Centro Cultural Conde Duque rehúyen el miserabilismo, probablemente porque sus autores, inmersos en la realidad cotidiana e inapelable de sus propios países, son conscientes de que peor que la miseria es su exhibición pornográfica. De hecho, casi todos ellos apuestan por la ironía, el humor o el distanciamiento brechtiano en las obras que han sido selecionadas para esta exposición.
Así lo hace Regina Galindo, quien en protesta por una ley que ampara a los criminales de guerra de su país caminó por las calles céntricas de la ciudad de Guatemala dejando tras de sí las huellas de sus pies empapados de sangre, en una performance llamada justamente No se pueden borrar las huellas. O el también guatemalteco Aníbal López, quien en alusión cínica a la terrible inseguridad que asuela actualmente a las ciudades centroamericanas realizó la acción titulada El préstamo, que consistió en asaltar con una pistola de juguete a un transeúnte anónimo, quitarle todo el dinero que llevaba encima y utilizar esta cantidad para concluir, gracias a este involuntario patrocinio, la obra en mención.
El humor negro preside igualmente el trabajo del artista panameño Jonathan Harker, de quien se ha incluido en esta muestra una serie de imágenes impresas, calcadas sobre el modelo de las tarjetas postales y protagonizadas por él, que ponen en solfa los lemas publicitarios con los que se intenta vender una imagen idílica de Panamá.
O el de Moisés Barrios, quien hizo el camino de vuelta de los estereotipos en una serie de pinturas de prendas de vestir inspiradas abiertamente en los modelos de la firma Banana Republic, que por su calidad y su precio están fuera del alcance de la mayoría abrumadora de los habitantes de las repúblicas bananeras.
Estas obras y las restantes de esta exposición construyen así una imagen compleja e inquietante de Centroamérica, ajena y opuesta a la tópica de las ofertas con todo incluido.
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