Prietas las filas en Toques
Los vecinos mantienen su apoyo al alcalde coruñés condenado por abuso sexual a una menor, "un buen cristiano", según el párroco
"A este alcalde teníamos que lamerle los zapatos". Mari Carmen Pazos, una mujer de unos 40 años, casi se desgañita proclamando su defensa de Jesús Ares Vázquez. Ares, de 71 años, es el alcalde de Toques (A Coruña), un apestado para media España tras su condena por abusos sexuales a una menor, la hija de un amigo suyo. Pero una buena parte de Toques, donde no hay un pueblo propiamente dicho, sino un enjambre de casas de labradío por el que se desperdigan sus 1.500 habitantes, parece inmune al escándalo nacional. A ese "montaje calumnioso", como lo llama Mari Carmen. O al "asunto privado", según lo define Manuel Penas, el número dos de Ares, para justificar que los cinco concejales del PP hayan arrostrado la expulsión del partido antes que retirar su apoyo al alcalde.
Ares tuvo 800 votos de los 1.200. "800 culpables", reza una pintada detrás del Ayuntamiento
Ya han pasado los días más agitados, cuando los bares de Souto, la cabecera del municipio, donde están el ayuntamiento y el colegio, permanecían casi desiertos porque nadie quería exponerse a las preguntas de los periodistas. Ahora Toques vuelve a estar tranquilo, y los partidarios del alcalde no se esconden. Gente como Mari Carmen, dispuesta a hacer lo que sea por Ares, incluso a atacar en términos irreproducibles a la víctima de los abusos. "¡Con todo lo que alcalde hizo por su padre!", exclama. "Cría cuervos y te sacarán los ojos".
A la conversación se une Manolo, un hombre de mediana edad que pasa montado en su desbrozadora mecánica y refuerza uno por uno los argumentos de Mari Carmen. "Como en 20 años nunca le pudieron ganar en las urnas, se inventan esto", apunta el recién llegado. "Pero si mañana hubiera elecciones, volvería a arrasar".
Así viene ocurriendo desde hace dos décadas, un apoyo inquebrantable que granjeó a Ares las atenciones de importantes dirigentes del PP, sobre todo del ex ministro de Sanidad José Manuel Romay, quien el último fin de año tampoco faltó a la tradicional comida que organiza el alcalde.
Hace ocho días, las mujeres del PSOE gallego, encabezadas por Cruz Bande, la única edil socialista de Toques, convocaron una concentración en solidaridad con la víctima de los abusos, a la que muchos vecinos hacen el vacío. "Se juntaron 300 personas, y de aquí no había más de veinte", confiesa uno de los asistentes. Los concejales de la oposición -la socialista y dos independientes- aseguran que hay personas que se les acercan con discreción para manifestarles su apoyo. Pero tampoco se llaman a engaño. Una parte importante del pueblo sigue con Ares. Otra, simplemente calla:
- Es que no sé nada de ese asunto.
- ¿Pero no ve usted la televisión, ni los periódicos?.
- Mire, yo no tengo problemas con nadie. Ni con el alcalde ni con la familia de la chica.
También don Cleto, el anciano cura párroco de Santa Uxía, presume de llevarse bien con todos, mientras escruta al periodista por una rendija de la puerta de su casa. "El alcalde es un buen cristiano", concluye. "A los cristianos se les conoce por su obras, y las suyas están ahí. Mire todas las pistas que ha asfaltado".
Manuel Penas, un ganadero de 62 años, lleva dos décadas trabajando al lado de Ares. Es primer teniente alcalde, aunque sin responsabilidades específicas, porque "el Ayuntamiento siempre lo ha llevado él". "El partido nos pidió que lo retirarámos, pero no podíamos hacerlo, porque en lo político no tenemos discrepancias", argumenta Penas, un hombre afable y pausado. "Este asunto es algo personal, en el que yo no entro ni salgo". Pese a todo, Penas tampoco tiene una mala palabra para los dirigentes del PP: "Es lógico que nos echaran. En los partidos hay que mantener la disciplina. No estoy resentido. En marzo, volveré a votarles".
"Aquí hay un rey enrocado, con cinco peones para defenderle". La imagen es de Manuel Ferro, portavoz de los independientes, quien explica los apoyos al alcalde por la peculiar sociología de ese trozo de la Galicia rural, envejecida, despoblada y "a la que es muy fácil contentar con cualquier obrita", explica el edil. "Aquí la gente aún se quita el sombrero cuando entra en la consulta del médico. Y luego le manda un regalo de agradecimiento". Ferro sostiene que el poder de Ares se basa en el miedo. "La gente teme que si no le votan, no le asfalten el camino", apunta el concejal. "Su grupo de fieles se encarga de amenazar cuando es necesario. En las últimas elecciones, tuvimos que llamar a la Guardia Civil porque le estaban cambiando las papeletas a algunas personas mayores". Ares obtuvo en los comicios del año pasado más de 800 de los 1.200 votos emitidos. "800 culpables", reza ahora una pintada en la parte trasera del Ayuntamiento.
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