Islam marroquí
La monarquía marroquí intenta retomar el control de la predicación del islam en su propio país, a través del nombramiento directo de imames o catequistas en las Fuerzas Armadas y las mezquitas, y de la regulación del contenido de los libros de texto religiosos. Con Mohamed V y Hassan II, abuelo y padre respectivamente del actual monarca, Mohamed VI, el islam marroquí se caracterizó por su tolerancia, en línea con la tradicional interpretación templada de esta religión que caracteriza al país magrebí. Pero desde hace ya una década larga el islamismo político no cesa de avanzar en Marruecos. Algunas de las causas de este fenómeno pueden encontrarse en la frustración por una democracia muy imperfecta, una gran desigualdad social, un desarrollo económico insuficiente y la corrupción administrativa. Pero también ha influido la predicación en Marruecos del wahabismo, la tosca e intransigente versión saudí del islam, a la que pertenece Bin Laden.
Marruecos ha dejado hacer a los predicadores del wahabismo porque éstos procedían de un país, Arabia Saudí, que no le regateaba ayuda económica y apoyo en el conflicto del Sáhara Occidental. Pero los atentados de mayo de 2003 en Casablanca supusieron un brutal despertar: el yihadismo ha enraizado en sectores juveniles de los suburbios, dispuestos a inmolarse en atentados terroristas. Marruecos, pues, no cuenta tan sólo con sólidas formaciones islamistas relativamente moderadas, como el semiclandestino movimiento Justicia y Espiritualidad, del jeque Yassin, o el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD, que tiene representación municipal y parlamentaria). En el país magrebí anida, asimismo, un islamismo potencialmente terrorista.
La reacción oficial a esta amenaza está combinando una represión durísima contra el islamismo radical con actuaciones más positivas. Entre éstas destaca la iniciativa de Mohamed VI para promover una reforma de la mudawana o código de familia que otorgará a la mujer marroquí un cuadro legal más avanzado. Ahora el Ministerio de Asuntos Religiosos, directamente vinculado al rey, ha anunciado que también nombrará a los imames de los cuarteles y a los de un tercio de las mezquitas que escapaban a su control. Mohamed VI tiene en sus manos un instrumento valiosísimo: su condición de amir el muminim o príncipe de los creyentes. En el mundo árabe actual sólo el rey de Marruecos aúna en su persona la condición de jefe de Estado y líder religioso del país, y ésa es una herramienta que Mohamed VI debería utilizar para impulsar en su país una reforma política, social y económica en profundidad y una visión moderna del islam.
Para España la estabilidad de Marruecos, a través del progreso y de las reformas, es de interés estratégico. Pero el clima de enfrentamiento que ha caracterizado la segunda legislatura de Aznar no mengua del todo. El embajador de España en Rabat acaba de ser convocado para recibir una protesta por la presunta violación del espacio aéreo marroquí -en concreto, el cielo de Nador- por cazabombarderos españoles. El relevo en el Gobierno a partir de marzo es una buena oportunidad para cerrar de una vez por todas esta crisis permanente.
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