Rajoy secundó 'sin complejos' al líder
El candidato del PP a la presidencia del Gobierno se fogueó en la guerra de Irak
"Toda la comunidad internacional cree que Irak tiene, porque además las ha utilizado, armas de destrucción masiva, salvo el PSOE", declaró el miércoles 11 de junio pasado Mariano Rajoy, vicepresidente primero del Gobierno, en la sesión de control parlamentario. A estas alturas, después de escuchar a George W. Bush, David Kay, George Tenet y a Colin Powell, el número de incrédulos debe estar engrosando incluso con aspirantes como el propio candidato a la presidencia por el Partido Popular.
¿Qué podía hacer el vicepresidente primero - el
po
lítico- y ministro portavoz del Gobierno sino cubrir las espaldas de José María Aznar en la campaña de la guerra de Irak? Es posible que el margen de maniobra de Mariano Rajoy haya sido mínimo, pero sólo su deliberada y calculada levedad -ausencia de acritud mediante- y el agresivo protagonismo de Aznar han amortiguado su papel durante la preparación de la intervención militar. Y, sobre todo, su nombramiento como secretario general del Partido Popular y candidato a presidente de Gobierno le permitió soltar lastre.
Mariano Rajoy y Rodrigo Rato tenían sus dudas respecto al papel tan activo que Aznar defendió para España en la guerra de Irak. Rajoy, según fuentes informadas, porque temía un castigo electoral; Rato, por lo mismo, pero, además, a raíz de cierta idea sobre la cuenta de pérdidas y las ganancias.
Según creía, la relación con Estados Unidos había recorrido con Felipe González, durante los años del Partido Socialista en el poder, el camino adecuado. No compartía el protagonismo que tanto excitaba a Aznar en la política exterior porque, según fuentes solventes, estimaba que esa no era una pasión de los ciudadanos y ciudadanas de este país. Algunos observadores consideran que en lo que se refiere a la guerra de Irak, Rato hizo mutis por el foro. Quizá no tanto, pero bien es cierto que medido en términos relativos su presencia palideció respecto a la de su contendiente por el cetro del PP, que no abandonó la primera línea como guardaespaldas del presidente.
En la línea de Aznar, las intervenciones de Rajoy en el Congreso de los Diputados y sus declaraciones públicas siempre han asumido la existencia de las armas de destrucción masiva como un hecho indiscutible.
El 18 de septiembre de 2002, una semana después de que el presidente norteamericano George W. Bush presentara el caso Irak ante Naciones Unidas, por ejemplo, Rajoy ya estaba denunciando los incumplimientos de Sadam Husein. "Irak conservó parte de sus armas de destrucción masiva, químicas y bacteriológicas tras la guerra del Golfo y desde entonces esos arsenales han aumentado y podrían hacerlo también en breve, incluso en el terreno de las armas nucleares, de contar con algún tipo de colaboración exterior".
Rajoy, en lugar de prometer, como Aznar, la aparición de las armas, ha subrayado que no sería fácil hallarlas. Pragmático, optó desde el mes de junio de 2003 por la posibilidad de culpar al propio Sadam Husein de la situación. "Las pudo esconder e incluso destruir", dijo a primeros de junio de 2003. Muy en línea con el vicepresidente Dick Cheney, de quien se le ha debido pegar algo durante la visita que como ministro del Interior realizó Rajoy a Washington, tras los atentados de las Torres Gemelas. Sin complejos.
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