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Reportaje:

Crisis en Los Corrales

El cierre de Trefilerías Quijano deja a Cantabria sin una de sus empresas emblemáticas

Fernando J. Pérez

Miles de personas salieron ayer pacíficamente a las calles de Los Corrales de Buelna (Cantabria) en protesta por el cierre de la centenaria Trefilerías Quijano. La decisión de los propietarios, el grupo catalán Celsa, que recientemente ha adquirido una planta en Polonia, ha movilizado a toda la población y al Gobierno regional, regido por el Partido Regionalista de Cantabria (PRC) y el PSOE, que trata por todos los medios de evitar la desaparición de los 247 empleos de la planta. La crisis que se cierne sobre el valle de Buelna, tan castigado en pasadas reconversiones industriales, ha acelerado el plan del Gobierno de fomentar una gran zona industrial de un millón de metros cuadrados que se unirá al polígono ya existente y en el que la mayoría de las empresas no están vinculadas al sector siderúrgico.

El Grupo Celsa adquirió el año pasado una planta en Polonia
El Gobierno regional busca una solución para mantener el empleo de 247 trabajadores

Los trabajadores de Trefilerías Quijano saben muy bien lo que es vivir acosados por el fantasma del despido. "Cada dos años nos enfrentamos a regulaciones y planes de viabilidad; ya se nos ha hecho una costumbre", admite Alejandro González (CC OO), presidente del comité de empresa. Desde que Celsa adquirió la emblemática fábrica de Los Corrales en 1987 hasta hoy, la plantilla de la factoría ha pasado de 1.100 trabajadores hasta los 247 actuales. Hace unas fechas presentó un expediente de regulación de empleo que significará el cierre de una siderurgia que, desde su fundación en 1873, ha marcado el destino de todo el valle de Buelna y de buena parte de la historia económica de Cantabria.

González asegura que los sindicatos están intentando "evitar tensiones" entre los trabajadores. No obstante, en un comunicado difundido el jueves, CC OO tachó de "terrorismo patronal" la actitud de Celsa de "amenazar" al recordar que "aún dan empleo a 1.000 trabajadores en esta autonomía y sería muy duro si las cosas no van bien tener que tomar otras decisiones". Este periódico no consiguió contrastar la opinión de la empresa.

La vicepresidenta del Gobierno regional, Dolores Gorostiaga (PSOE), acusa a Celsa de "mutilar una empresa para mejorar su cuenta de resultados, a pesar de tener beneficios". Gorostiaga achaca la situación a que los ejecutivos autónomos anteriores solventaron los problemas de Trefilerías con "parches": "Lo que se ha hecho hasta ahora ha sido tomar medidas para problemas laborales coyunturales en lugar de ir al fondo: mejorar las instalaciones, invertir en maquinaria, modernizar la fábrica...".

El fin de la actividad de Trefilerías afectaría, además, a unos 300 empleos indirectos, entre transportistas, subcontratas y pequeñas empresas suministradoras. Los sindicatos calculan, incluso, que tendrá repercusión en otras empresas del grupo Celsa como Global Steel Wire (GSW, antigua Nueva Montaña), en Santander. "GSW dejará de suministrarnos 100.000 toneladas de acero y se habla de suprimir uno de los relevos en esa planta", afirma Juan José Buenaga, miembro del comité de empresa. La amenaza del cierre, sumada a las dificultades que atraviesan otras empresas del metal en Los Corrales, como Fundimotor o Greyco, está ralentizando además la actividad del comercio en la zona.

La tensión late en Los Corrales (10.800 habitantes). "Este pueblo no se llama Los Corrales de Quijano de milagro", ironiza Nacho Cavia, un periodista local. "La piscina, el campo de fútbol, la iglesia, el instituto... todo eso lo hizo Quijano", añade. La empresa que fundó hace 131 años José María Quijano, un joven abogado de Torrelavega que trajo de París tres máquinas para fabricar puntas de acero y modificó el curso del río Besaya para hacer un salto de agua con el que producir electricidad, ha dado trabajo a varias generaciones de corraliegos; y es raro encontrar a una sola persona en el pueblo que no tenga o haya tenido algún pariente o amigo trabajando en la factoría. Gracias a Trefilerías, en pocos años, el valle de Buelna pasó de estar dedicado a la ganadería a convertirse en el principal foco industrial de la provincia. Para evitar la competencia que le hacían las acerías vizcaínas, Quijano creó unos altos hornos en Nueva Montaña, a las afueras de Santander. La posterior unión de ambas empresas dio lugar a Nueva Montaña Quijano. Tal era -y sigue siendo- la influencia de Trefilerías Quijano, que se dice que su fundador consiguió cambiar la fiesta patronal y sustituyó a san Vicente Mártir por san Juan, patrón de la forja.

La compañía se desarrolló hasta contar en 1968 con 3.900 trabajadores. La empresa se llamaba entonces Forjas de Buelna y, según recuerda Juan Bautista García, jubilado que trabajó 40 años en la fábrica, "los cambios de turno eran auténticas romerías". En 1969, desgajada ya de Nueva Montaña, que pasó a una empresa de automoción, se quedó con 2.300 trabajadores. En 1987, el grupo Celsa se hizo cargo de la fábrica y llegó a convertirla en la principal trefilería del grupo. Los 247 empleados actuales, la mayoría entre 40 y 50 años, fabrican alambre para muelles mecánicos. El último recorte de plantilla se produjo en 2001 y en él perdieron su empleo 148 trabajadores. "A esta fábrica la han dejado morir". Es una frase que se repite por todo el valle. "Hace uno o dos años se llevaron de Corrales a Santander la línea de producción más rentable, la de colchonería", recuerda Cavia, quien afirma que Celsa ha forzado su hundimiento vendiéndole cara la materia prima.

El Ministerio de Economía, por su parte, ha abierto un expediente a Trefilerías por no acreditar ni el mantenimiento de al menos 366 puestos de trabajo ni las inversiones previstas, imprescindibles para cobrar una subvención de Incentivos Regionales. Según el informe de Economía, "faltan por acreditar inversiones por importe de 1.513.444,44 euros en el capítulo de bienes de equipo".

La vicepresidenta también vincula la situación al fenómeno de la deslocalización de empresas en busca de mano de obra más barata, y apunta que "sería conveniente un pacto europeo sobre las nuevas localizaciones industriales". "Los países intermedios, como España, tienen escaso peso y las comunidades autónomas se encuentran indefensas ante la decisión de las empresas de trasladar la producción a otros países", añade. Y señala: "Celsa adquirió el año pasado una planta en Polonia".

Gorostiaga ha mantenido contactos con Francisco Rubiralta, presidente de Celsa, quien le reiteró su decisión "firme" de cerrar Trefilerías. Sin embargo, el Gobierno autónomo sigue abierto a una "negociación global" con Celsa cuya única condición es el mantenimiento del empleo en Trefilerías. Esta negociación versaría sobre ayudas a la modernización de otras empresas del grupo, la descontaminación de los suelos de GSW y la puesta en servicio de una línea de alta tensión para la factoría de Celsa en Santander.

Detrás de la clausura hay quienes ven ambiciones inmobiliarias. "Este grupo hace más dinero vendiendo terrenos que con las metalurgias", asevera Alejandro González. Celsa ya obtuvo la recalificación del terreno que le sobraba junto a la factoría de Global Steel Wire, en Santander, y ahora puede estar presionando para conseguir que se recalifique el excedente de terrenos. "El grupo ha abierto una pequeña puerta para negociar con el Gobierno de Cantabria y con el Ayuntamiento de Los Corrales. Cuando la empresa quiere negociar con el Ayuntamiento lo hace en el plano urbanístico, ya que estamos revisando el Plan General de Ordenación Urbana y las propiedades urbanas e industriales de Quijano son muy importantes", asegura el alcalde, José Manuel López (PSOE), que quiere ser optimista: "Está claro que lo de Trefilerías puede ser un mazazo enorme; es traumático, pero este valle ha salido de situaciones peores".

Los trabajadores de Quijano se manifestaron ayer en Corrales de Buelna (Cantabria).
Los trabajadores de Quijano se manifestaron ayer en Corrales de Buelna (Cantabria).PABLO HOJAS

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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