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CÁMARA OCULTA | NOTICIAS Y RODAJES
Columna
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Los ministros ya van al cine

En su divertido libro Adivina quién te habla de cine (Plaza & Janés), el periodista Jaume Figueras cuenta mil y una significativas anécdotas, privadas y públicas, junto a una suerte de reflexión sobre el mundo del espectáculo, que no por amena resulta frívola. Tomando del libro una anécdota al azar, resulta que aquellas beatas que se postraron de rodillas en medio de la calle para rezar el rosario ante el cine donde se exhibía Jesucristo Superstar no eran devotas espontáneas, sino extras contratadas por la distribuidora para llamar la atención. La estratagema creó escuela, y cuando tiempo después se estrenó la supuestamente escandalosa película de Godard Je vous salue Marie, los rezos de desagravio fueron espontáneos, con beatas y beatos auténticos. Como lo fueron también los que protestaron contra La vida de Brian, y más recientemente contra La última tentación de Cristo, que incluso obligó a acudir a los tribunales como imputados a los exhibidores y directores de festivales que habían proyectado esa película... aunque los denunciantes nunca la hubieran visto. Con tales precedentes, a saber qué ocurrirá cuando se estrene La Pasión, de Mel Gibson, que parece que no le ha gustado al Papa, si es que el hombre la ha visto realmente: no parece estar para esos trotes.

Esta manía de querer prohibir películas que no se han visto no es, pues, reciente. Cuentan que allá por los primeros sesenta, el responsable político del cine español del Ministerio de Información y Turismo (hoy de Cultura) confesó que él no veía películas porque le molestaba el pianista que estaba siempre debajo de la pantalla. A lo que se ve, no había vuelto a una sala desde los tiempos del cine mudo, pero eso no le impedía ejercer implacablemente la censura a tenor de lo que le dijeran sus colaboradores. Su sucesora años después, Esperanza Aguirre se hizo famosa por declaraciones parecidas ("¿Que si he visto Airbag? No, yo sólo veo películas españolas"). La actual ministra de Cultura, en cambio, ha visto por fin la película La pelota vasca, la piel contra la piedra, de Medem, y es de agradecer, aunque mantenga la misma opinión en contra que manifestó antes de verla.

El tema de la censura está tan de moda que parece inconcebible que hoy se pudieran hacer muchas películas que otrora fueron incluso famosas. ¿Sería posible rodar en estos momentos Los santos inocentes sin despertar las iras previas de los responsables políticos extremeños? ¿Acabaría hoy en final feliz el proceso militar a El crimen de Cuenca propiciado por el Gobierno de UCD? ¿Podría Almodóvar filmar hoy a las rompedoras chicas de Pepi, Lucy, Bom..., las monjas drogadictas de Entre tinieblas, el secuestro machista de Átame o las escenas del pedófilo de ¿Qué he hecho yo para merecer esto? sin que le organizaran escándalos por aquí o por allá? Puede que Almodóvar sí, gracias a que es un cineasta mundialmente reconocido, y eso quizás retraería a los intransigentes de nuestros días para no hacer el ridículo por esos mundos de los dioses... Aunque claro, nunca habría llegado a lo que hoy es si la censura le hubiera impedido filmarlas.

También en la tele está a la orden del día la censura. Según han hecho saber los distribuidores independientes, las cadenas abiertas, incluidas naturalmente las gubernamentales, se niegan a emitir, con la disculpa de los índices de audiencia, películas de la talla de Bailando en la oscuridad, Amèlie, Nueve reinas, La pianista o varias palmas de oro del Festival de Cannes. En consecuencia, los pequeños distribuidores que nos traían estas joyas han ido cerrando sus negocios (había unos 200 hace 20 años, y sólo 4 en la actualidad), mientras nosotros nos vamos quedando sin la variedad cinematográfica de la que tanto se presumía en este país. Censura solapada, pero al fin y al cabo censura. (Puede que no sea censura la palabra a aplicar, pero los resultados, ¡ay!, son los mismos.)

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