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Columna
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El pecho de Janet

Se suele insistir en que la primera víctima de las guerras es la verdad, pero no es menos cierto que otro de los primeros caídos suele ser el puritanismo. La soledad del frente o la de la retaguardia y la cercanía de la muerte hacen saltar los mecanismos de conservación de la especie y se desata una saludable promiscuidad. Hay excepciones, claro está. Una de ellas se está produciendo en Estados Unidos, país que lucha en varios frentes y en el que el puritanismo se ha desbocado. Curiosamente, el integrismo islámico ha terminado desatando un integrismo cristiano de similares efectos.

Andaban los americanos preguntándose, por fin, a quién se le había ocurrido aquello de las armas de destrucción masiva iraquíes cuando de pronto, en el intermedio de la superbowl, el gran espectáculo televisivo de la temporada, aparece fugazmente el saltarín pecho derecho de Janet Jackson y lo tapa todo. Gran indignación. ¡Hay niños viendo la tele! Un pecho, un solo pecho, puede provocar revueltas en Estados Unidos. Lo saben bien las madres cubanas de Florida, que a punto estuvieron de encabezar una rebelión, hace una década, al oponerse a las leyes que les impedían dar de mamar a sus hijos en público.

Es el poder de la televisión, que no sólo es un eficaz vehículo de trasmisión de mentiras, sino una poderosa herramienta de distracción. En España también nos preguntamos qué fue de las armas de destrucción masiva. Es lógico que nos hagamos la misma pregunta que se hacen británicos y estadounidenses: al fin y al cabo, nuestro presidente también formaba parte del trío de las Azores que desató la guerra, aunque, como dice Guillermo Fesser, Aznar parecía estar allí no como presidente del Gobierno de España, sino, más bien, como presidente del club de fans de George Bush.

Aquí en España no hay pecho capaz de hacer olvidar lo de las armas de destrucción masiva que nunca aparecieron. Pero, eso sí, también tenemos televisiones. Siempre en vanguardia, fue nuestro ilustre paisano Javier Arenas el que hizo en el telediario de TVE-1 el saque de honor de la gran mentira de la temporada. Arenas, a quien el PSOE-A debe agradecimiento eterno por hacer imposible la alternancia en Andalucía, fue el primero que dijo que España tomó su decisión de apoyar la guerra de Irak atendiendo informes de la ONU. Después de Arenas vinieron todos los demás repitiendo lo mismo. Hace 70 años, en Berlín, se descubrió que una mentira -incluso una estupidez- se convierte en una indiscutible verdad si se repite el suficiente número de veces. En esas estamos todavía. El altavoz de la televisión puede lograr ese efecto en un brevísimo plazo de tiempo. Se confía en la falta de memoria y en la pereza que rechaza la reflexión. Da igual: sólo unos pocos, los de siempre, caerán en la cuenta de que los informes de los inspectores de Naciones Unidas decían justo lo contrario: que no existía constancia de la existencia de esas armas.

Hace poco, el director general de la RTVA acusaba de "cretinismo mental" -reiteración innecesaria porque el cretinismo sólo puede afectar a la mente- a los que critican la televisión. Es normal: los que manejan las teles han de vernos a todos como cretinos. Y quizá tengan razón.

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