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Una ofensiva para combatir "la pérdida de la herencia cristiana en España"

Los obispos anunciaron el año pasado que estaban preparando una ofensiva sobre la familia y la escuela, preocupados por "la pérdida de la herencia cristiana" en España. Ya está aquí. Entonces prometieron una pastoral, ahora lanzan un "directorio", es decir, una guía sobre cómo "evangelizar con audacia y alzar la voz para desenmascarar la situación actual". Los modernos secretarios de organización de los partidos políticos llamarían a eso un "argumentario".

El documento episcopal -250 páginas colgadas desde el lunes en la Red, en htpp://www.conferenciaepiscopal.es/documentos/Conferencia/PastoralFamiliar-, refleja una España sexualmente subversiva. Irreconocible si nos atenemos a las estadísticas.

Al hablar de un alcalde condenado por abusar de una menor, Manuel Fraga dibujó hace una semana la imagen de un país de "abortos sin condiciones, amor libre y parejas de hecho". Los obispos españoles subrayan ahora esas pinceladas de brocha gorda. Así, afirman que "la revolución sexual ha separado la sexualidad del matrimonio, de la procreación y del amor"; señalan como "frutos amargos" de esa revolución (cuyo estallido sitúan en los años sesenta) la violencia doméstica, los abusos sexuales y los hijos sin hogar, y arremeten contra los medios de comunicación y la comunidad política porque, dicen, "en vez de escuchar los lamentos de este inmenso drama humano, hacen de altavoz a determinados grupos de presión, como por ejemplo los lobbies homosexuales".

Los poderes públicos, escriben los prelados, han sido "infeccionados" por las pretensiones de esos lobbies cuando han facilitado "iniciativas" para equiparar el matrimonio legítimo y la familia natural con "realidades que no lo son". También vislumbran "intereses económicos muy fuertes, como el negocio de la pornografía, la prostitución, el aborto y los anticonceptivos", detrás de lo que llaman, sin especificar, "las propuestas culturales más extendidas".

¿Y el hombre concreto? Los obispos lo ven "sujeto débil, arrastrado por los impulsos". Para romper esa tendencia, la jerarquía católica aconseja matrimonio indisoluble y virginidad o celibato, lamentando "las graves dificultades" que encuentra una persona para llevar adelante su familia.

Respecto a la formación, la apuesta episcopal no tiene secretos: su programa de "educación afectivo-sexual" debe empezar desde los padres, pero, sobre todo, debe conquistar aún más los colegios católicos y las escuelas públicas. El directorio nada dice sobre la asignatura de religión que la Iglesia católica imparte en esos centros desde hace más de medio siglo, mediante una legión de catequistas y profesores contratados y pagados por el Estado, pero seleccionados por los obispos cada año.

El currículo de la llamada "opción confesional católica" para este curso, aprobado por la Conferencia Episcopal tras la última reforma educativa del Gobierno de Aznar -la Ley Orgánica de Calidad de la Educación-, señala como objetivos en educación infantil que "el/la niño/a sea capaz de descubrir y conocer el propio cuerpo, regalo de Dios", además de "sus diferencias sexuales (niño-niña) como don recibido de Dios". También se enseñan en la inmensa mayoría de aulas actuales los conocidos mandamientos de la Iglesia. E, incluso, largas teorías sobre lo que el documento llama "la moral del amor"; en el currículo episcopal para la Enseñanza Secundaria Obligatoria hay capítulos enteros sobre "el sentido y la finalidad básica de la sexualidad" y sobre "la problemática del divorcio", por ejemplo. Pero los prelados católicos reclaman más a sus evangelizadores: "El arrojo de no adaptarse a unas convenciones externas de lo que se viene a llamar políticamente correcto".

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