La pava de la discordia
Los vecinos de Cazalilla (Jaén) cumplen con la tradición de lanzar un ave desde el campanario, pese a las denuncias ecologistas
Al final pudo más la tradición que el miedo a posibles denuncias. El Ayuntamiento de Cazalilla (Jaén) y sus vecinos resistieron las presiones que han venido recibiendo durante la última semana y ayer tarde volvieron a festejar San Blas con la popular, y al mismo tiempo polémica, fiesta de la pava. Los responsables municipales desoyeron las advertencias de la Asociación Nacional para la Protección y el Bienestar de los Animales (Anpba), que durante la última semana han criticado duramente la celebración, en la que se lanza una pava desde el campanario de la Iglesia, con una altura aproximada de 15 metros. La tradición augura buena suerte para quien consiga atraparla, quien deberá responsabilizarse de su cuidado hasta que el animal muera por causas naturales.
La asociación ecologista pidió hasta última hora que el espectáculo no se llevara a cabo porque, según Gustavo Antich, responsable de Anpba, "se trata de una utilización antinatural del animal, a quien se zarandea por las patas y se le arroja desde la torre con operaciones traumáticas que le provocan sufrimiento y daños injustificados, prohibidos en la Ley Andaluza de Protección Animal". Los miembros de la Anpba remitieron un escrito urgente por vía administrativa a la Subdelegación del Gobierno para que en el acto compareciera la Guardia Civil con el objetivo de levantar acta de la posible utilización ilegal del animal. La Anpba anunció que presentará una denuncia administrativa ante la Junta y una querella criminal contra los promotores del espectáculo al considerar que también se vulnera el Código Penal, que en su reciente modificación, incluye el delito de hacer sufrir públicamente a un animal.
Sin embargo, los vecinos de Cazalilla y Mengíbar, un pueblo cercano que vive la festividad de San Blas como una romería, critican "que se hable sin ver". "No somos salvajes, no es lo mismo tirar una cabra del campanario que una pava, que tiene alas. Y, no es cierto que la gente se pelee por la pava y que en la trifulca se le dañe", aclara Luisa, una vecina.
Todo el pueblo y la comarca aseguran que la fiesta no se prohibirá nunca porque es una tradición. Data del siglo XIX cuando dos familias enfrentadas, pero cuyos hijos se amaban, decidieron tirar una pava del campanario del pueblo como símbolo de reconciliación. El alcalde de Cazalilla, el socialista Juan Balbín, mantuvo el secretismo y pidió que "fuera la propia gente quien juzgara si la pava sufría o no maltrato físico o psíquico". Según indicó Balbín, hasta el Ayuntamiento no llegó ningún tipo de denuncia. "La polémica se ha exagerado demasiado y la fiesta continuará celebrándose", indicó el alcalde, minutos antes de que se arrojara a la pava. Este año, un vecino de Mengíbar fue el encargado de asomar la pava por los diferentes vanos del campanario desde donde la arrojó a una plaza en la que aguardaban más de un millar de personas. El cazaleño Ángel Rivas fue el que se hizo con la pava y, al parecer, con la buena suerte que da el ave a quienes lo cuidan.
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