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Reportaje:

Deshielo entre India y Pakistán

Los Gobiernos de Islamabad y Nueva Delhi aplazan la solución al conflicto de Cachemira para mejorar sus relaciones

Antonio Caño

El 15 enero, poco antes de la una de la tarde, llegó a la estación de Attari el primer tren en varios años que hacía el recorrido entre esa ciudad india y la localidad paquistaní de Lahore. La ocasión propició momentos de gran emoción entre familias separadas a un lado y otro de la frontera que veían esperanzas de una mejor comunicación y una mejor vida. Entre los 69 pasajeros estaban los integrantes del equipo de hockey de Lahore para jugar un partido contra rivales indios. El hockey no alcanza la relevancia del cricket, pero sirve como aperitivo de todo lo que la India y Pakistán pueden hacer juntos si se confirma el optimismo desatado entre los dos países tras el encuentro del 5 de enero en Islamabad entre el primer ministro indio, Atal Behari Vajpayee, y el presidente paquistaní, general Pervez Musharraf.

Sorprende que, pese a los conflictos, no se detecte gran hostilidad entre los dos pueblos
Los dos países, que se han enfrentado en tres guerras, necesitan ahora la reconciliación
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Todavía hay que hacer escalas para viajar por avión entre Nueva Delhi e Islamabad. Pero se han reanudado ya los vuelos entre la capital india y Lahore, así como entre Bombay y Karachi. Y lo que es más importante, el tono en el que no sólo los Gobiernos, sino también los medios de comunicación, hablan del otro lado ha pasado de la hostilidad y la desconfianza al respeto y la colaboración. Todos parecen estar convencidos de que esta vez va en serio y que el camino hacia la reconciliación, lleno de obstáculos, está abierto. Para el resto del mundo, que contiene la respiración cada vez que estas dos naciones, ambas en posesión de armamento nuclear, viven momentos de tensión, también es un gran alivio saber que se ha convocado para el 16 de febrero la primera sesión de trabajo entre los ministros de Exteriores indio y paquistaní.

Los dos países, que han sufrido millones de muertos en las tres guerras libradas desde su separación, en 1947, necesitan ahora la reconciliación. No es casualidad que el histórico apretón de manos entre Vajpayee y Musharraf ocurriese durante la celebración de una cumbre de los siete países del sur de Asia en la que se acordó la creación de un zona de libre comercio para 2005, un propósito que será una quimera si los dos grandes estados de la región no alcanzan antes una fórmula de entendimiento.

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India y Pakistán, dos países que juntan más de 1.200 millones de habitantes, tienen un intercambio comercial directo que se calcula en torno a la miserable cifra de los 250 millones de dólares anuales. Los empresarios indios creen que un clima de buena vecindad permitiría elevar esa cifra hasta los 3.000 millones de dólares. "En un momento en que India está empeñada en la búsqueda de mercados en el exterior, Pakistán se presenta como una fuerte posibilidad de exportaciones", afirma Ravi Kant, director ejecutivo de Tata, principal grupo automovilístico indio.

Empresarios paquistaníes han sido invitados a participar en febrero en la feria internacional de comercio que se celebrará en Bombay. Una exposición sobre Pakistán ha sido anunciada en Nueva Delhi para marzo. El comercio puede salvar algunos de los obstáculos que la política coloca.

Y en ese sentido, aunque el mercado paquistaní resulte atractivo para los empresarios indios, es Pakistán, perjudicado por una convulsa situación política que impide el desarrollo económico y la inversión extranjera, el que más urgencia tiene en una solución de la relación bilateral. Pakistán tiene una tasa de crecimiento económico que es casi la mitad de la India (un 4%), depende todavía de la ayuda exterior y dedica un 70% o un 80% de su presupuesto al Ejército.

Es, precisamente, en el Ejército paquistaní donde pueden encontrarse algunos de los peores enemigos al acuerdo. El clima de tensión entre los dos países ha sido tradicionalmente utilizado por las fuerzas armadas paquistaníes como elemento de cohesión e identificación nacional. Además, ha servido para justificar el protagonismo absoluto que el Ejército tiene en la vida política del país.

También India se ve obligada a un gran esfuerzo militar por el conflicto con Pakistán. India ha sufrido decenas de miles de bajas entre los 700.000 hombres movilizados en la zona que ocupa en Cachemira desde 1947, alrededor de dos tercios de la región. La disputa por Cachemira es el corazón del largo enfrentamiento indo-paquistaní y el mayor obstáculo para la normalización de las relaciones. Las fuentes oficiales consultadas, tanto en Nueva Delhi como en Islamabad, reconocían que es muy improbable que alguno de los dos países varíe a corto plazo sus irreconciliables posiciones, pero la voluntad de prudencia que domina ahora las relaciones recomendaba a las dos partes a no hacer declaraciones oficiales al respecto. Ambas se remitían al comunicado hecho público tras el encuentro entre Vajpayee y Musharraf. Los dos hacían importantes concesiones. Musharraf se comprometía a "no permitir que territorio bajo control paquistaní sea utilizado para apoyar el terrorismo". Vajpayee aceptaba la necesidad de "buscar un compromiso sobre asuntos bilaterales, incluyendo a Cachemira, para satisfacción de ambas partes".

India siempre ha reclamado la soberanía absoluta sobre Cachemira y se ha negado a tratar ese asunto con Pakistán. Para India, que vive en un difícil equilibrio entre etnias y comunidades que pugnan por sus derechos nacionales, aceptar el derecho de Cachemira a decidir su futuro -como ha reclamado la ONU- es un paso muy delicado. Por su parte, el Gobierno paquistaní, que también reclama la soberanía de la zona, siempre ha rechazado que dé apoyo a los grupos independentistas de Cachemira que mantienen en permanente hostigamiento a las fuerzas indias. Esos grupos son una amplia amalgama de siglas que van desde los que responden a la disciplina de Islamabad hasta los que pretenden la creación de un Estado independiente, pasando por otros más moderados que aceptan el diálogo. La India ha iniciado ya negociaciones con estos últimos.

Cachemira es un problema sin fácil solución. La intención de ambos Gobiernos es la de intentar avanzar en las relaciones bilaterales, dejando ese problema en vía muerta. Pero Cachemira ha sido también durante años un foco de radicales islámicos que pueden considerar una traición cualquier acuerdo con India sin la solución de ese litigio territorial, y bien pudieran intentar abortar con bombas lo que vaya surgiendo de la mesa de negociación.

Sin embargo, hoy por hoy, todo el mundo suena muy optimista. No sólo los Gobiernos, sino los diplomáticos y observadores. Por otra parte, pese a tantas guerras, sorprende que no se detecte gran hostilidad entre los dos pueblos. Hay reproches, sí, pero también muchos recuerdos y conocimiento mutuo que unen más de lo que separan. Al fin y al cabo, como dijo Vajpayee en Islamabad, ambos tienen la misma composición étnica y hablan las mismas lenguas. Ni siquiera el hecho de que Pakistán sea casi por completo una nación musulmana (140 millones) debe representar una división, puesto que en India hay un número ligeramente superior de musulmanes. Millones de familias están divididas a ambos lados de la frontera, y aunque nunca han vivido la separación drástica que se ha producido en otros territorios, la voluntad de un vínculo más estrecho es patente, como prueba el hecho de que la representación diplomática india en Pakistán declare conceder unos 800 visados cada día.

Un soldado indio, destinado en la frontera con Pakistán, lleva a cabo  sus oraciones en el día del Sacrificio.
Un soldado indio, destinado en la frontera con Pakistán, lleva a cabo sus oraciones en el día del Sacrificio.REUTERS

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