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Reportaje:MUJERES

Contra la soledad de la vejez

La vejez es una etapa más de la vida, que ha de afrontarse de modo activo, con una actitud positiva y asumiendo un rol protagonista y no resignado. Porque quien adopta una posición negativa frente a su propio envejecimiento, envejece peor. Ésta es la tesis que el Instituto Asturiano de la Mujer viene difundiendo desde hace más de un año mediante un programa dirigido a mujeres mayores de 50 años de diversos municipios de la comunidad y que ha encontrado una favorable acogida en este colectivo. En una región en la que el 80% de las personas mayores de 65 años que viven solas son mujeres, y en la que la edad media de supervivencia de la población femenina es relativamente alta (87 años), el programa Tiempo propio, impartido por monitoras y psicólogas, pretende que esas personas restablezcan las relaciones sociales, redescubran la capacidad de aprender y de emprender nuevas actividades, conozcan los cambios fisiológicos a los que asisten y los asuman con una actitud vital y jovial.

El programa se imparte en 11 de los 78 municipios del Principado, asisten 800 cursillistas y su coste en la actualidad es de 270.455 euros
En Asturias, el 80% de las personas mayores de 65 años que viven solas son mujeres, y la edad media de supervivencia de la población femenina es relativamente alta (87 años)

La mayor longevidad femenina, la soledad a la que se ven reducidas muchas mujeres por viudedad y emancipación de los hijos, la consiguiente pérdida del rol de ama de casa en el que se había sustentado su percepción de utilidad hasta entonces -y que, siendo un trabajo abnegado, tampoco está suficientemente reconocido-, la existencia de dolencias crónicas muy comunes entre la población femenina de la tercera edad, la disponibilidad de mucho tiempo libre sin tareas en que ocuparlo, constituyen rasgos comunes a un gran segmento de ese amplio colectivo, y al que el programa experimental Tiempo propio trata de dar respuesta, facilitando pautas para recobrar la autoestima, fomentando actitudes positivas ante la nueva etapa de la vida, impartiendo consejos prácticos de autocuidado y promoviendo herramientas para favorecer la relación e integración social de esas personas, explica Begoña Fernández, directora del Instituto Asturiano de la Mujer.

"No sólo se trata de mejorar su calidad de vida", apunta Beatriz Oliva, una de las monitoras, "sino sobre todo de que sean protagonistas de su envejecimiento, que lo asuman de forma positiva y que interioricen que se envejece mejor participando. Una forma de hacerlo es estableciendo contactos sociales más amplios".

Una de las muchas actividades del taller denominado envejecimiento activo consiste en que las mujeres participantes en el programa cuenten en grupo sus experiencias para que sean conscientes del valor de todo lo que han hecho en su vida. "Con eso conseguimos que cobren autoestima", señala la monitora Beatriz Oliva, "pero también nos sirve para un dar un paso más: tratamos de convencerlas de que si en los primeros 40 o 50 años de su vida hicieron muchas cosas, en los 30 siguientes no pueden permanecer en una actitud de espera. También pueden hacer muchas cosas. Éste es nuestro objetivo principal", argumenta Oliva.

Romper el aislamiento de estas personas es la primera condición que se persigue. "La participación en grupos", explica Oliva, "mejora la salud psicológica y la física. Ayudamos a crear nuevas redes sociales porque les van faltando las personas que quieren: marido, amigas, hermanos. En el taller también analizamos los cambios físicos de la vejez; planteamos ejercicios de comunicación a través de los cuerpos, con juegos, danzas y masajes; impartimos recomendaciones de salud postural: cómo agacharse, cómo recoger pesos, etcétera". Se celebran sesiones de relajación y expresión corporal y sesiones de abrazos. "Las motivamos a compartir", resume la psicóloga Nieves Fernández Tresguerres.

El planteamiento es muy participativo y se huye de las clases magistrales, afirma Beatriz Oliva. "Hay actividades de reflexión personal, de puesta en común. Todo el tiempo se trabaja la dinámica de grupo. Se usa música, pelotas, cintas, palos". También establecen tareas para hacer en casa para implicar a sus familias. Les piden que les pregunten cosas a los nietos. En sus casa empiezan a hablar de cosas de las que jamás habían hablado en familia. "Con ello logramos que sus familias cambien también la percepción que tienen sobre ellas", agrega Pilar Zapico, coordinadora del programa.

Según Pilar Zapico alguna cursillista se ha incorporado al mercado laboral por vez primera tras pasar por el programa. Y existe el caso de una mujer que, tras atreverse a manejar por vez primera un ordenador, se dedicó a enviar currículos de su hijo por Internet hasta que le consiguió un puesto de trabajo. El programa empezó en 2002 con carácter experimental en sólo tres municipios (Siero, Mieres y Langreo), con 200 mujeres mayores de 50 años, pero el éxito aconsejó ampliar la oferta a otros ocho concejos. Hoy se imparte en 11 (San Martín del Rey Aurelio, Laviana, Lena, Aller, Carreño, Gozón, Valdés y Villaviciosa, además de los tres citados), con 800 cursillistas. Otros muchos Ayuntamientos de la comunidad han solicitado al Principado la implantación en sus territorios de estos talleres. Se trata de un programa caro. Su coste en la actualidad es de 270.455 euros, el 9% del presupuesto total del Instituto Asturiano de la Mujer. Cada taller se prolonga durante nueve meses, el periodo equivalente a un curso académico. "Impartir un curso de 30 horas al año está bien, pero eso no permitiría que las mujeres logren romper el círculo en el que se hallan. Lo que nosotras pretendemos es que desarrollen sus propias iniciativas, y que, como ya está ocurriendo de hecho, sean capaces de autoorganizarse, de emprender y plantear actividades sin nuestro tutelaje. Ya ocurre que muchas mujeres que han pasado por estos cursos se han vinculado luego a actividades de senderismo, o acuden a centros de día para relacionarse, o asisten a cursos de informática y de formación de adultos", agrega Begoña Fernández.

Extenderlo a los 78 municipios asturianos multiplicaría de forma acusada los recursos necesarios, más en la medida en que su implantación se aleje de la zona central de la comunidad, la de mayor concentración de población. El hábitat rural asturiano es muy disperso. "Tenemos que ir avanzando pero no sabemos si podremos llegar a los municipios más pequeños", explica Begoña Fernández.

Ésta es la enseñanza fundamental del programa: romper el aislamiento de miles de mujeres, disipar cualquier sensación de vacío vital, estimular el espíritu emprendedor y motivar actitudes positivas, cambiando hábitos de vida.

Visita al Museo de Bellas Artes organizada por el Instituto Asturiano de la Mujer.
Visita al Museo de Bellas Artes organizada por el Instituto Asturiano de la Mujer.PACO PAREDES

Un revulsivo en la vida

HAY VIUDAS Y CASADAS. Sólo una es soltera. Varias son abuelas. Las 24 mujeres mayores de 50 años que participan en el programa Tiempo propio en el centro de día de Lugones, a 10 kilómetros de Oviedo, coinciden en que muchos aspectos de su vida han cambiado desde que acuden a esta iniciativa del Instituto Asturiano de la Mujer. El argumento más común es que ahora tienen amigas.

"Exteriorizamos sentimientos, hacemos gimnasia; pero, sobre todo, te evades de problemas. Nos devolvieron la vida. La que no estaba deprimida, tenía otros problemas", dice Ángeles Viejo, de 53 años. Margarita Argüelles, de 67, destaca sobre todo la relación social: "Yo vivo aquí desde hace 14 años y conocía a muy poca gente. Ahora he entablado muchas amistades". Ángela García Tornín, de 66 años, regresó a Asturias, su tierra, tras enviudar hace dos años. Hasta entonces vivía en Cantabria: "No conocía a nadie. Ahora tengo 24 amigas. Si no hubiese sido por este programa, yo no saldría de casa". Ana Rosa Remis, de 53, valora sobre todo el revulsivo que ha supuesto en su vida el plan Tiempo propio: "Me ha estimulado las ganas de vivir. Es una terapia". Carmen Rodríguez, de 53, la única del grupo que es asalariada, aprecia de modo muy particular el ejercicio corporal y los conocimientos que les imparten la psicóloga sobre los problemas específicos de la mujer a estas edades. Pero Clara Iglesias, de 56, cree que lo más importante "es la unión que se ha establecido entre todas" las mujeres participantes. También para Dolores López García, gallega de 56 años, reencontrar la amistad con personas de su edad ha sido "lo más importante", aunque no desdeña el valor de las actividades que se ponen en práctica en el curso. Una de las que más las aprecia es María Isabel Pérez, de 63 años: "La gimnasia me ha favorecido mucho. Tengo esclerosis, y desde que vengo aquí, en vez de ir a peor, voy a mejor".

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