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Columna
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La copulación cura

La copulación cura, el orgasmo cicatriza las heridas y calma el dolor de muelas, la masturbación reduce la depresión, las erecciones favorecen el combate contra la artritis y las jaquecas. Un amplio surtido de beneficios para la salud se ven derivar ahora, científicamente, del placer sexual. Ese mundo sexual históricamente cargado de peligros y amenazas, de sevicias morales y asquerosas enfermedades venéreas, ha pasado, por obra de especialistas anglosajones y protestantes, a convertirse en un sanatorio para los males de la mente y, lo que es más decisivo, una limpia medicina para la carne mortal.

Las llagas, las pérdidas de sustancia medular, los bubones, la degeneración cerebral, la disminución del gusto por la vida, la abyección y el pecado nefando, se han transformado en vitaminas, oligoelementos, hormonas felices que, desde la dehidroepiandrostona a la oxitocina, perfeccionan la existencia y promueven la longevidad. De hecho todos aquellos que practican el coito de una a dos veces por semana incrementan en un 30% los niveles de inmunoglobina, según ha concluido un estudio universitario norteamericano de acuerdo al informe que publica la última revista Time (2-2-2004).

Efectivamente ahora no es necesario reprimir el desahogo sexual para canalizar su ímpetu en beneficio de la reproducción dentro de una institución familiar. Más bien la familia se reproduce en incontables modelos abiertos donde el sexo llega a ser un bien del orden de la televisión, Internet o el shopping. Ahora no hace falta copular para tener hijos. Ni tener más o menos hijos tiene nada que ver con el débito o el crédito del contrato matrimonial.

Una cosa es la sexualidad y otra el vínculo legal. Una cosa son las instituciones amorosas y algo independiente una experiencia orgásmica que puede discurrir desde el simple entretenimiento a una entrega profunda pero sin que nunca su mística pueda volverse a revivir. En realidad, el sexo ha ido adquiriendo una creciente condición recreativa, alejado de las asechanzas y trascendencias de la reproducción o del pegajoso compromiso sentimental que hacía crecer entre los amantes. Ahora, en coherencia con la medicalización general, el sexo reaparece como un soleado aporte de salud y así como los alimentos ya no se ingieren únicamente porque sí sino que se valoran de acuerdo a su efecto calórico, anticancerígeno, antiestrés o regulador de la función intestinal, el sexo empieza a analizarse en virtud de sus oportunidades higiénicas.

Más aún: si el sexo era antes un asunto incorporado al desarrollo de la especie y, en consecuencia, demandaba ser observado en conexión con la colectividad, ahora, de acuerdo al individualismo rampante, reaparece como una dosis de impacto personalizado, al estilo de los psicofármacos, los helados o el puenting. Un primer paso para ello fue la desacralización del acto sexual y su mutación en una entrega laica. El segundo paso hoy es la integración de su eventual beneficio en la lista de los placeres más saludables, junto al aire de la sierra, la gastronomía vasca, el yoga o el método pilates. Un sexo que, de acuerdo a los últimos registros, contribuye a quemar unas 200 calorías por orgasmo, lo equivalente a correr durante 30 minutos. Sexo, en fin, que mejora el funcionamiento del corazón, el estado de la próstata, la tensión arterial o la prevención general contra el cáncer de mama. ¿Quién iba a decírnoslo? La satanización de la lujuria ha venido a convertirse en beatificación de la fornicación y el ominoso gasto masturbatorio una recomendación para armonizar el espíritu con el orden natural del mundo. La decisiva bomba revolucionaria que Wilhem Recich creyó haber descubierto en el "orgón" ha venido a parar en una inocente golosina hormonal con funciones tonificante. El mundo, en fin, se ha banalizado tanto que muy pronto tras la extrema trivialización del sexo le llegará el turno a la misma muerte, si es que no ha llegado ya. El erotismo y su culminación orgásmica es ya neto pasatiempo. Pero, en el caso de la muerte, ¿quién duda que, bajo está lógica en el estilo del mundo, será pasatiempo con mayor razón?

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