_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Alcalde de toques

No lo sé muy de seguro, pero me da el pálpito de que finges una serenidad de la que andas muy distante, tan distante como del agua o del hielo marciano, que se disputan ahora las agencias europea y americana; tú estás que echas humo, aunque procuras disimularlo, siguiendo las peripecias espaciales de la Mars Express o del Spirit o de la última Opportunity. Te estremece, eso sí, la hermosa aventura de salir al encuentro de la posible vida, por insignificante que sea, en esa ficción planetaria de Ray Bradbury. Y eso que tú ya lo dijiste: la ficción no es más que una realidad sin DNI, ni pasaporte, ni domicilio conocido. Aquel día que volabas, tan joven, ¿te acuerdas, no?, justamente en la vertical de El Altet, que lleva esculpida en caída libre el nombre de Saint Exupery. No lo sé muy de seguro, pero se me figura que, de pronto, se te ha demudado el semblante, que se te ha endurecido, que se te ha humedecido, cuando has descubierto toda una galaxia de adolescencia vulnerada por la lujuria viscosa y autoritaria de un primer edil, y sus colegas han murmurado unas jaculatorias, o lo han disculpado desde el Jurásico, y la cúpula no sabe/no contesta en la irresponsabilidad y el cinismo más descarados, de quien aspira a presidir el gobierno. Te he visto coger el diccionario y leer con voz estentórea: alcalde de hijosdalgo, alcalde de la Mesta, alcalde de la cuadra, alcalde de sacas, alcalde de obras y bosques, alcalde del crimen...y has agregado con rotulador rojo; alcalde de toques y Toques, puerco, pederasta, carcuncio, repugnante. Lo has imaginado, entre náuseas, pudriéndole con su aliento podrido los pechos a una niña de dieciséis años, encharcándoselos de babas y obscenidades, y luego con el paripé de pedir la suspensión de militancia, agarrarse al cargo para encharcarlo también de babas y utilidades. Mientras Mariano Rajoy seguía mirando hacia ningún lugar, sin enterarse de nada. Y la Obra, ha sacado sus reservas de rubor o no, y seguramente ha escondido la cabeza bajo el ala. Bajo el ala no de un arcángel, sino de un buitre carroñero. Y pobre bicho.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_