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Columna
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Marte

Marte es un planeta triste gracias a Ray Bradbury, quien sembró con sus Crónicas marcianas la melancolía de una epopeya de colonos terrícolas llegados en cohetes plateados que arrastran los fracasos de su civilización y diezman sin respeto a unos indígenas de cultura sutil. El libro fue publicado quince años antes de que en 1965 la sonda espacial Mariner 4 enviara las primeras imágenes y enfriara, vista la aridez de aquellos paisajes planetarios, las fantasías desbocadas de escritores y cineastas. Casi cuatro décadas después, tiempo en el que ha caído sobre la superficie marciana mucha chatarra teledirigida, los medios de comunicación reproducen fotografías que semejan cuadros de Tàpies o de Rothko, mientras los científicos confirman que allí hay agua en forma de hielo y que los valles fueron algún día ríos, tal vez parecidos a aquel canal cuyo discurrir, en el sueño de Bradbury, salían a observar al atardecer el viejo LaFargue y su mujer desde el porche de su casa en Marte. Las fotos obtenidas por la Mars Express, que han ocupado las primeras páginas de cientos de diarios en el mundo (no tanto los norteamericanos, porque alegan que la nave Mars Odyssey detectó la presencia de agua hace dos años y son muy suyos), confieren lirismo a las declaraciones excitadas del director de vuelo de la sonda europea, Mike McKay, cuando asegura que el hielo, e incluso el agua líquida, "serían reservas potenciales de energía extremadamente interesantes si se realizan misiones tripuladas a Marte". Se preguntaba George Steiner por el "desmayo de la imaginación" y la perplejidad de la cultura ante la aventura gigantesca de la ciencia, más allá de la literatura genérica de anticipación. En efecto, cuando el conocimiento supera las fantasías de la religión y uno se pone a pensar en que, ahí al lado, a unas decenas de millones de kilómetros, el cuarto planeta del sistema solar tiene agua y puede albergar algún tipo de vida dentro de una de las miles de galaxias de un universo inflacionario de extensión infinita, que tal vez sólo es uno entre otros de un "multiuniverso", le atrapa la congoja de lo inconcebible y entiende que los creadores sufran el vértigo de todo lo que la humanidad aún no ha descubierto.

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