Los demonios personales de Philip Guston
Una exposición en Londres recorre el giro del pintor desde el realismo social a la abstración
A Philip Guston le tomaron por hereje al retornar, en 1970, a la pintura figurativa tras haber encabezado la revolución del expresionismo abstracto junto con sus colegas de la influyente Escuela de Nueva York. Una exposición antológica de su obra creativa, que se inauguró el sábado en la Royal Academy de Londres, reivindica el progreso natural de su lenguaje estilístico y su creciente influencia en generaciones posteriores de artistas occidentales.
La Royal Academy condensa en sus principales salas londinenses cinco décadas de trabajo creativo de Philip Guston (1913-1980), en un esfuerzo por presentar su trayectoria como "un bloque unitario" dentro de una lógica, pero atrevida, progresión estilística. Con más de 80 obras expuestas, ilustrativas de su inmersión en el realismo simbólico, la pintura abstracta y la figuración autobiográfica, la antológica descubre los símbolos y la narrativa que conectaron todas las fases de la vida y obra de este artista, hijo de inmigrantes ruso-judíos, que nació en un gueto de Canadá y creció en California antes de asentarse definitivamente en Woodstock, Estado de Nueva York.
"Quería ser una unidad entre lo que pienso y lo que siento", aseguró el pintor
Animado por su amigo Jackson Pollck, Guston se trasladó a Nueva York en 1937
La Royal Academy muestra más de 80 obras de este artista norteamericano
Procedente de Estados Unidos, y en su única escala europea, la retrospectiva londinense recorre el círculo abierto por Guston en sus primeros dibujos y pinturas de 1930, con esas figuras encapuchadas en alusión al Ku Klux Klan como símbolo generalizado de la ceguera humana, la maldad, la violencia e injusticia social. Y lo cierra poco antes de su muerte con unos lienzos de objetos y figuras caricaturescas, cargadas de simbolismo político y de un humor sombrío.
El arte de Guston refleja el diálogo interno que el artista mantuvo constantemente con sus demonios personales. La visión de niño de su padre ahorcado de una soga; la muerte por gangrena de un hermano mayor; la proximidad de su propio ocaso tras sufrir un ataque de corazón ... revierten en la tela a través de objetos, figuras y formas que se van repitiendo a lo largo de las décadas. Una bombilla suspendida de un cordel, los encapuchados, el brazo acusador, las piernas kilométricas y suelas de zapatos, además de cigarrillos y puros perennemente encendidos aportan pistas sobre su autor, pero también sobre la sociedad que le rodea.
Sin caer en expresiones obvias, Guston desvela en sus cuadros, figurativos o abstractos, su decepción con la historia de la humanidad, con la inevitabilidad de que siempre se repiten los mismo errores. "Lo crucial en Guston es su capacidad para abrazar el contexto personal, político y social con una continua interrogación de las claves pictóricas. Su conocimiento de la historia del arte era muy sofisticado y le movía una ambición por enlazar el pasado y el presente", señala Michael Auping, comisario de esta exposición, organizada por el Museo norteamericano de Arte Moderno de Fort Worth (Estado de Tejas), y que en su recorrido por tres ciudades estadounidenses, a lo largo de 2003, reunió cerca de 140 obras.
Guston se trasladó a la ciudad de Nueva York en 1937, animado por su antiguo compañero de colegio, el pintor Jackson Pollock. Era la época de los grandes murales apadrinados por el Gobierno federal y, también, de la creación de un círculo de artistas -entre los que estaban Franz Kline, Mark Rothko, Willem de Kooning, Barnett Newman y, por supuesto, Pollock- que redefiniría el arte estadounidense con su adhesión al expresionismo abstracto.
Guston dio el paso hacia la abstracción entre 1947 y 1948, con un ligero retraso respecto al resto del colectivo neoyorquino. Auping describe su proceso de deconstrucción "como un experimento en búsqueda de la estructura interna que da a una imagen su resonancia emocional". Se mantuvo unos 16 años en el género, desarrollando lo que algunos describieron como impresionismo abstracto por su supuesta conexión a Monet. "Es un error. Sus abstracciones son el aspecto peor comprendido de su carrera", advierte el comisario de la exposición.
En obras de este periodo, la figura y el objeto intentan resurgir entre los cortantes brochazos de Guston. Cuando lo logran, su creador cayó en el centro de un huracán de críticas. En la exposición de 1970 de la galería Marlborough de Nueva York, en la que desveló su retorno a la figuración, con imágenes de tono infantil y fondo perverso, perdió a viejos amigos, entre ellos el compositor John Cage. Era el hereje que renunciaba al credo del expresismo abstracto. Se sintió, llegó a decir el artista "como excomulgado de una secta". Sólo De Kooning vio las nuevas pinturas como una expresión de "libertad".
Para Guston, al arte abstracto había llegado a un punto muerto. Lo calificó de "falso", de ser una forma de "evasión de los sentimientos genuinos que tenemos del mundo, con nosotros dentro de él". "A medida que avanzaban los años sesenta me sentía dividido, esquizofrénico", dijo entonces. "La guerra de Vietnam, la situación en EE UU, la brutalidad del mundo. Qué tipo de persona soy: leo revistas, en casa, y me acosa una furia frustrante; pero, luego, voy al estudio a ajustar un rojo sobre un azul. Debía hacer algo. Sabía que se estaba abriendo una senda delante de mí. Una senda cruda, a medio formar. Quería ser un todo de nuevo, como lo era de niño... quería ser una unidad entre lo que pienso y lo que siento".
La obra de su última década recuerda, en una primera aproximación, el esfuerzo de un niño. Son trabajos divertidos y furiosos a la vez, delatadores de la corrupción política y de los vicios personales. Dejan entrever a un artista que agota todos los cartuchos para integrar el arte y la vida.
Babelia
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