Cascos se despide
Pocos políticos españoles han hecho mayor exhibición de poder y prepotencia en los últimos años que Francisco Álvarez-Cascos. Hombre de declaraciones estentóreas y en ocasiones descabelladas -suya fue la teoría de que los partidos de fútbol son de interés general o la idea de que los gobiernos socialistas constituyen una "anormalidad democrática"-, nunca ha rehuido la notoriedad pública: desde su aparatosa boda en Córdoba, en 1996, hasta el propio acto de ayer en el que anunció su retirada de la vida política acompañado por su nueva novia y tres de los cuatro hijos de su primer matrimonio.
Pudo retirarse discretamente, como lo hacen decenas de políticos, pero prefirió hacerlo de forma teatral y solemne, atrayendo los focos de la prensa del corazón y apelando, además, en una nueva incongruencia, al derecho a su privacidad familiar. La realidad es que Álvarez- Cascos, que tuvo un protagonismo de primer orden en el ascenso del PP, del que ha sido secretario general durante 10 años, se había convertido en un político averiado, en minoría dentro de su partido y que ha cosechado algunos fracasos memorables como ministro de Fomento, como quedó en evidencia en el desastre del Prestige y en el fiasco del AVE Madrid-Lleida.
Era poco probable que Rajoy contara con él para la nueva etapa y dentro de su partido habían suscitado malestar las noticias sobre las compras de obras de arte por parte de Fomento a la galería que dirige su actual compañera, en la medida en que pudiera suscitar un conflicto de intereses públicos y privados. Cascos ha estado al cargo de uno de los grandes ministerios de gasto, que compra numerosas obras de arte para aeropuertos y estaciones.
A las dos legislaturas del PP en las que ha estado en el Gobierno, primero como vicepresidente y después como ministro de Fomento, le corresponden dos separaciones matrimoniales con una descendencia de seis hijos, de las que se siguen unas cargas familiares difíciles de afrontar exclusivamente con el sueldo de ministro, lo que podría explicar la previsible dedicación futura de este ingeniero de larga experiencia política a la empresa privada. Por eso son poco creíbles sus explicaciones sobre su compromiso de retirarse de la vida política al mismo tiempo que José María Aznar.
Se va, en todo caso, un político conflictivo y bronco, vinculado a la figura de Aznar e incluso a su estilo de gobernar haciendo oposición a la oposición. Y lo hace justo cuando empieza la campaña electoral y sacando pecho, en un gesto que tiene algo de provocación, pero que también deja espacio a Rajoy para desmarcarse.
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