Arte sin fotografía

Las últimas semanas del pasado año nos dejaron un hermoso libro: Arte y arquitectura en el País Vasco. Se encargaba de ello la editorial Nerea y un equipo de seis profesores del campus de Alava. Como la mayor parte de esta categoría de publicaciones la calidad de reproducción técnica es admirable. Incluso, en este caso, la maqueta y diseño de las páginas con las fotografías suficientes para ilustrar los temas que tratan, aunque quizás con un estilo un tanto clásico, hacen agradable la lectura.

Se parte de la Edad Media recuperando aspectos de indudable interés sobre la arquitectura y la escultura románica. La austeridad de aquellas edificaciones se enriquecen con los curiosos temas que tratan las tallas de sus capiteles, tímpanos y dinteles. Además de las referencias religiosas de obligado cumplimiento encontramos motivos referentes a la usura, a la lujuria y en la ermita de San Pedro de Abrisketa en Arrigorriaga un relieve nos descubre una escena de una pareja en un trance amatorio.

Cuando se trata el estilo gótico, si bien no se olvidan otros matices, se hacen las primeras referencias a la pintura. Sirven para recordar murales y lienzos que recuperan iconicamente distintas leyendas. Cuando se trata lo que se denomina Arte moderno se incluye todo lo que se refiere a la etapa conocida como renacentista incluido el clasicismo y el barroco hasta el siglo XVIII. Se descubre como van recargándose las formas en los edificios, en las tallas y también en la pintura. No obstante, y así lo marcan los tiempos que se viven, estas florituras estilísticas se ceban casi de manera exclusiva en los temas religiosos y dejan en el olvido los divertidos motivos laicos tratados incluso en épocas anteriores.

El ultimo apartado, el que refiere al Arte contemporáneo, es decir el que llega hasta nuestros días, es el que más me ha llamado la atención. A lo largo del capítulo se tocan con dignidad todos los palos menos el de la fotografía. Resulta inexplicable, o incluso inaudito, que la referencia a una disciplina capaz de promover profundas transformaciones en la concepción de la pintura y de la expresión plástica actual se liquide en el breve texto destinado a Nicolás de Lecuona. Incomprensiblemente, para dejar las cosas en su sitio y la fotografía en su lugar podían haber incorporado autores contemporaneos de esta disciplina. Y si no se conocen, en el peor de los casos recordar que los citados Cristina Iglesias, Iñaki Larrimbe, Txaro Arrázola, o incluso Dario Urzaiz, todos ellos de estimado prestigio, deben gran parte de su obra a la fotografía.. De esta forma se mejoraría la puesta al día el conocimiento del arte en el País Vasco deseada en el prólogo del libro.