Venus nació en la Casa de Campo
Descubierto un caparazón en piedra del siglo XVI, de un metro de altura, que se identifica con la diosa
La Casa de Campo acaba de mostrar otra de sus sorpresas ocultas, que ha permanecido escondida entre zarzales de hasta dos metros de altura durante 50 años en un rincón del vivero municipal situado junto a la carretera de circunvalación M-30. Se trata de una fuente asentada en una pileta de ladrillo, con frente de piedra enyesada y con un caño seco, sobre la cual se alza una espléndido caparazón en forma de concha. El caparazón se identifica con aquel del que nace Venus en el lienzo universal, de igual nombre, pintado en Uffici por Sandro Boticelli en 1484.
Las proporciones de este hito en piedra son de un metro y medio de altura por un metro de profundidad, aproximadamente, mientras la fuente en conjunto supera los dos metros. Sus nervaduras señalan una delicada labra, con un sabor muy del gusto de los jardines renacentistas italianos que, en España, sólo perviven con la misma fisonomía de su época en la ciudad salmantina de Béjar y en algunos parajes de Aranjuez.
Fue el jardinero municipal y ecologista Luciano Labajos quien retirara la hojarasca que cubría la fuente, y el profesor Luis de Vicente quien le atribuyera su origen histórico en el siglo XVI. Ambos intentan recuperar este hito, uno más, aunque singular y enigmático, de cuantos oculta esta zona verde madrileña. Sobre sus 15 hectáreas de extensión crecen 189.000 arbustos, 20.000 frondosas y otras 10.700 coníferas. Con el de Migas Calientes, es el vivero municipal más importante de Madrid. Pero, además, fue el lugar sobre el que se desplegaba el jardín conocido como el Pequeño Reservado de Felipe II, que el monarca de la Casa de Austria mandara crear a Gregorio de los Ríos, el primer tratadista de jardinería de la Europa moderna, en el último tercio del siglo XVI. El jardín alberga aún hoy las denominadas Grutas de Felipe II, unas construcciones en ladrillo y bóvedas de fábrica, con columnas toscanas, uno de los escasos vestigios madrileños pertenecientes, según varios tratadistas, a Juan Bautista de Toledo, primer arquitecto del monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Sin embargo, ello no impidió que el anterior equipo de Gobierno municipal diera luz verde al proyecto de tender bajo su subsuelo el ramal de un caudaloso colector que atraviesa la zona. Ahora, pese a la entidad del vivero, a su tesoro vegetal y a sus numerosos vestigios arqueológicos, que dan cuenta de una de las etapas de la historia en la que Madrid fue realmente capital universal, una parte de estas 15 privilegiadas hectáreas se ven nuevamente amenazadas. Con probabilidad, las obras de soterramiento de la ronda perimetral M-30 van a llevar su aparejo y utensilios de grandes máquinas a una zona de este área, según temen los trabajadores del vivero. Ellos dicen no tener constancia de estudio alguno de impacto ambiental sobre la zona, requisito indispensable para que las obras puedan ser acometidas. El caso es que la zona presumiblemente abarcada por los servicios de infraestructuras del futuro soterramiento es la misma sobre la que se encuentra la fuente recién identificada como perteneciente, en algunos de sus elementos, a la etapa filipina.
Existían vestigios de su existencia, una antigua fotografía conservada desde 1933; pero tras la Guerra Civil, que fue especialmente virulenta en este bosque madrileño por donde se desplegó el frente de batalla durante tres años, la fuente había languidecido; fue parcialmente destruida y ubicada en un lugar distinto. Su elemento de coronación parece haber servido de ornamento a una de las magnas fuentes que hubo en esta zona del entonces bosque regio que mandara edificar Felipe II. Así lo establece Luis de Vicente, profesor de Plástica y escritor, uno de los mejores conocedores de la Casa de Campo cuyo patrimonio natural e histórico comenzara a estudiar hace casi una década. De Vicente ha cotejado la fuente con el cuadro que hiciera el pintor cortesano Castello a principios del siglo XVII y se inclina por atribuir el gran elemento pétreo hallado a una de aquellas fontanas que decoraban el Reservado. Ahora la fuente, seca y reforzada con mármol bellísimo en su parte trasera, permanece al pairo bajo un par de grandes árboles donde han construido sus colonias decenas de cotorras argentinas, un ave que ha enfeudado la Casa de Campo y ha desplazado a numerosas especies autóctonas.
Sobre dos de esos árboles anidan las únicas cigüeñas establecidas en el área de la ciudad de Madrid, otro motivo de preocupación para los viveristas municipales, que ven con inquietud el maltrato que esa zona ha recibido de anteriores administraciones. El vivero comprende asimismo el Palacio de Vargas, adquirido por Felipe II, de cuyas paredes pendiera una magna copia de El jardín de las Delicias, del pintor flamenco Hieronymus Bosch, El Bosco, poblado de alucinantes figuras y adorado por Felipe II. Éste, martirizado por la gota, combatía sus dolores con láudano, cultivado por el jardinero De los Ríos en el paraje donde la fuente ha sido recuperada y que el soterramiento de la M-30 amenaza con pulverizar.
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