La antiglobalización se enfrenta a la pobreza
El Foro Social está marcado por los problemas de Asia y el fracaso del diálogo con Occidente
El Foro Social Mundial (FSM), un organismo que trata de dar continuidad y estabilidad a lo que se conoce como el movimiento contra la globalización, abandona por primera vez su sede de Porto Alegre, en Brasil, donde nació en 2001, y se traslada a Bombay, la ciudad más dinámica de la India, pero tan asolada por la pobreza como cualquier otra de este país. La cuarta reunión del Foro está dominada por un continente y unos problemas que hasta ahora no habían sido la preocupación principal de un colectivo que se presenta como alternativa al libre mercado predominante en la mayor parte de los países del mundo.
El FSM, que alcanzó gran relevancia al abrigo de las autoridades locales del Partido de los Trabajadores en Porto Alegre, llega a la India en un momento en que esta nación se ha incorporado con éxito a la corriente liberalizadora que desde hace años domina en gran parte de Asia. El mismo día que empezaba esta cumbre, el viernes pasado, el Gobierno indio anunciaba la plena apertura del sector bancario al capital extranjero, lo que permitirá a un inversor poseer el 100% de una entidad financiera en este país. Esa medida se suma a otras muchas de la misma tendencia liberalizadora de la última década y que han permitido que la economía india crezca actualmente a un ritmo superior al 8%.
¿Cómo combatir la pobreza en países como India sin recurrir a las reglas del mercado?
Esa política ha impulsado la industria local, ha aumentado la competitividad de los productos indios y ha engrosado una clase media que apoya mayoritariamente en las urnas al responsable de esas reformas, el primer ministro Atal Bihari Vajpayee. Pero ese proceso, difícil en una nación de más de mil millones de habitantes con carencias y divisiones seculares, ha supuesto también la reducción del inmenso aparato del Estado y el consiguiente perjuicio para los que vivían bajo su protección. Particularmente, para los más débiles, los más pobres en un país de pobres, los "intocables", que aquí se llaman "dalit", y que constituyen la casta inferior de la sociedad india.
Casi tres millones de dalit estaban hasta hace pocos años contratados por el Estado, aunque fuera en los peores empleos para compensar al sector que por generaciones había sufrido la marginación. Casi la mitad de ellos han perdido sus trabajos en los nuevos tiempos de liberalización, a los que se enfrentan en peores condiciones para competir, tanto por su inferior formación como por la discriminación de que son objeto. El sistema de castas fue abolido por la Constitución de la India independiente, pero sobrevive en los hábitos de la mayoría de la población.
Una marcha de miles de dalit llegó ayer hasta la explanada en la que se celebra el IV FSM para denunciar esta situación. Cerca de la mitad de los 250 millones de dalit que se calculan en la India viven por debajo del índice de pobreza. En el conjunto de este país, casi una cuarta parte de la población está en idénticas condiciones. El problema de la pobreza extrema desborda cualquier otra de las reivindicaciones de la reunión -una larga lista que va desde la libertad para el Tíbet al combate contra el sida- y coloca inexorablemente al Foro frente a su mayor desafío: ofrecer una alternativa a la liberalización, o buscar una vía para humanizar el desarrollo.
¿Cómo se puede combatir la pobreza en países como la India sin recurrir a las vigentes reglas del mercado? ¿Cómo se consigue desarrollar sociedades postradas históricamente en la miseria sin exponerlas a la llegada del capital extranjero, tan odiado en esta cumbre que hasta se prohíbe el consumo de refrescos producidos por multinacionales? ¿Cómo hacer realidad el eslogan de que "un mundo mejor es posible"? Los críticos de este movimiento se quejan de que el Foro ha tenido hasta ahora más éxito en las denuncias genéricas de los males del "liberalismo" y del "imperialismo" que en las respuestas a esas preguntas.
Los 70.000 participantes en la cumbre de Bombay intentan, no obstante, aportar algunas soluciones. Una de las dificultades para encontrar esas respuestas es la propia dispersión del movimiento antiglobalización. Bajo esa etiqueta se reúnen aquí cientos de organizaciones que oscilan desde el Falun Gong, un grupo espiritualista chino, hasta sindicatos europeos de la más pura tradición marxista. En medio quedan grupos pacifistas, ecologistas y feministas, entre otros muchos. Aunque ya se le considera burocratizado e institucionalizado por otros grupos más radicales que celebran su cumbre alternativa en Bombay, el Foro insiste en su carácter asambleario y nadie está autorizado a hablar en nombre del colectivo.
El Foro mantiene el apoyo de figuras internacionales como Arundathi Roy, Ahmed Ben Bella, Chico Whitaker, Mustafa Barghouti, José Bové, Mary Robinson o Joseph Stiglitz, todos presentes en Bombay, así como el español Federico Mayor Zaragoza. Y personalidades como Vandana Shiva, una ecologista india envuelta en una batalla contra Coca-Cola, a la que acusa de las dificultades para el acceso a agua potable en este país; la última premio Nobel de la Paz, la iraní Shirin Ebadi, y otros activistas de la India, Pakistán, Indonesia y otros Estados asiáticos, en una reunión cuyo coste ha sido calculado por los organizadores en torno a los dos millones de euros.
Cada uno de ellos tiene respuestas distintas, a veces contradictorias, sobre cómo responder a los retos que el Foro afronta. Los mismos organizadores están divididos entres quienes quieren institucionalizar este movimiento y ofrecer una plataforma común y quienes creen que es mejor mantener el Foro como un espacio de reivindicación en el que se escuchan una gran diversidad de opciones sin pretender acuerdos finales. Esta última es la línea dominante.
Las primeras sesiones han servido, a pesar de todo, para enunciar algunas de las injusticias presentes en las actuales relaciones entre el Norte rico y el Sur pobre y perfilar algunas soluciones. "Llamémosle como le llamemos, imperialismo, neoliberalismo o fundamentalismo del libre mercado, estamos ante la misma realidad: un mundo injusto y unas relaciones injustas", afirma Juan Somavía, de la Organización Internacional del Trabajo. Según el cálculo de Somavía, desde que comenzó el proceso globalizador, a principios de los noventa, sólo en América Latina hay un 50% más de parados, un 50% más de trabajadores en la economía informal y el poder adquisitivo de la media del salario mínimo se ha reducido un 25%. "Esto es éticamente inaceptable y políticamente insostenible", afirma el funcionario chileno.
Un momento decisivo en la consolidación de esa injusticia, según varios de los participantes en los debates, fue el nacimiento en 1995 de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que surgió con el propósito de liberalizar el intercambio comercial para favorecer el desarrollo y, a juicio del Foro, ha servido para lo contrario. "Nueve años después del nacimiento de la OMC hay cien millones más de pobres en el mundo", asegura el activista filipino Walden Bello.
Combatir la OMC se ha convertido, según coincidían ayer Bové y Shiva, en una prioridad para los enemigos de la globalización. El fracaso de la última reunión de esa organización, a finales del año pasado en Cancún, representa para los participantes en el Foro una prueba de la justicia de su causa. "La crisis de la OMC a raíz del fracaso en Cancún es una de la principales muestras del fracaso de la globalización", opina Bello.
El Foro dice no combatir el comercio, sino propiciar un comercio justo, en el que los productores de los países pobres tengan acceso a los mercados de los países ricos en las mismas condiciones en que los productos de los Estados desarrollados penetran en los mercados del Sur. La ONG Oxfam, una de las más potentes en este Foro, donde carga con la mayor parte de los gastos, ha calculado que "los agricultores de los países pobres pagan un 400% más en aranceles cuando exportan a los países ricos que los agricultores de los países ricos pagan para vender a los pobres".
Se pide la eliminación de las subvenciones agrarias en EE UU y en Europa, que hace ruinosa la producción de algunos de esos bienes en el Tercer Mundo. Pero el auge del libre mercado sin límites ha causado, según los participantes en el Foro, otros daños. Se refieren a la destrucción de las estructuras de control en los países subdesarrollados. Para ello se precisa, según se recoge en los debates, una actuación urgente en tres frentes: la reconstrucción de poderes locales, que son los verdaderos generadores de riqueza, el fortalecimiento de los Estados, sobre bases democráticas, dotado hacer frente a la globalización, y por último la reforma de las organizaciones internacionales para democratizar la toma de decisiones.
Éste es un momento de definición para el Foro. Su traslado a Asia, su aproximación a una realidad nueva y desconocida, ha puesto en evidencia que el movimiento puede agotarse si no sabe responder a problemas muy perentorios y se mantiene como simple espacio reivindicativo. Al fin y al cabo, sus enemigos, los liberalizadores, siguen haciendo progresos, aunque sea con algunos daños colaterales.
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