La crisis silenciosa
La decisión de la multinacional coreana Samsung de cerrar sus plantas en España y Reino Unido para trasladar la producción a Eslovaquia y China es un ejemplo más del nuevo proceso de deslocalización empresarial que en los últimos años está afectando especialmente a empresas instaladas en nuestro país. Los precedentes de Valeo, Lear, Philips o Bayer, por citar empresas extranjeras que cerraron sus actividades en Cataluña, producen una cierta alarma. El cierre de Samsung -al que se sumó ayer el anuncio de Nissan de que se plantea reducir su producción en Cataluña, con el corolario de 600 despidos- obedece a razones estratégicas: los costes de producción no garantizan la viabilidad de la planta. No parece una maniobra táctica para conseguir más ayudas públicas de la Generalitat catalana o ganar un pulso sindical en forma de salarios más bajos. Pero cabe exigir a Samsung al menos un cierre ordenado.
¿A qué razones de fondo obedece la fuga de empresas extranjeras? Las que se instalaron en España lo hicieron por las mismas razones por las que ahora se van a los países del Este de Europa o a China: menores costes laborales y mejores condiciones fiscales y logísticas. El coste laboral en Eslovaquia, por citar un ejemplo, es siete veces menor al español, con la ventaja de que la mano de obra está igualmente cualificada. También hay motivos de gestión empresarial, como la tendencia de los grandes grupos a concentrar la producción en pocas plantas.
La economía española está mal situada para resolver los problemas de la nueva deslocalización empresarial. No sólo porque sus costes sean más elevados, como en otras épocas fueron más bajos y atrajeron capitales extranjeros; sobre todo porque no está preparada para competir en las actividades de producción de alto valor añadido.
La industria española vive una crisis silenciosa, tapada por la obsesión oficial por la macroeconomía y por el desinterés de los gobernantes hacia el tejido industrial. Sectores enteros están desapareciendo absorbidos por empresas extranjeras que manejan costes más competitivos. Mientras las manufacturas tradicionales desaparecen, las empresas españolas carecen de la inversión en capital tecnológico y humano necesaria para competir en mercados donde el coste del factor trabajo no es el fundamental. Ésta es la consecuencia de la incapacidad de los Gobiernos del PP para conseguir más inversión en capital y tecnología, es decir, en un buen futuro.
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