Los bajos fondos
El mayor grupo alimentario de Italia, Parmalat, falsificó sus cuentas durante años. Quizá desde 1988, si es cierta la declaración efectuada por el ex director financiero Fausto Tonna ante los instructores del sumario abierto por las fiscalías de Milán y Parma. Más de una década de expansión internacional, acompañada de emisiones de deuda superiores a los 7.000 millones de euros y respaldada por los mayores bancos del planeta, se basó en una pura fantasía. La gran mentira reventó en diciembre, dejando cientos de miles de inversores damnificados y 37.000 empleos en el aire.
Un fraude como el de Enron no es posible en Europa, dijeron las autoridades italianas hace dos años. Pero sí lo era. El inmenso fraude, de al menos 8.000 millones de euros, ha puesto de manifiesto que bastan un ordenador y una fotocopiadora para fabricar sobre el papel una sucursal ficticia domiciliada en el paraíso fiscal de las islas Caimán, poseedoras de un capital de 4.000 millones de euros supuestamente depositados en el Bank of America. Fallaron todos los sistemas de control y vigilancia, incluyendo el Banco de Italia, supervisor del sistema financiero nacional, y la autoridad rectora del mercado de valores. Algo que aquí no suena a desconocido, aunque, en el caso de Italia, tal vez indique también que la Operación Manos Limpias no acabó con viejas costumbres corruptas y que la despenalización de la falsificación contable, impulsada por Berlusconi, tuvo efectos perversos.
Las responsabilidades, sin embargo, alcanzan mucho más allá de las fronteras italianas. Es el caso de las firmas auditoras -que ni siquiera verificaron la realidad de los supuestos 4.000 millones depositados en un banco norteamericano- y de otras entidades bancarias como Citigroup, que en noviembre, pocas semanas antes de que Parmalat admitiera su insolvencia, recomendó a sus clientes que compraran acciones del grupo.
Hay, pues, un problema de incompetencia, pero quizá también de complicidad, por acción u omisión, de autoridades, banca y auditores. Otra conclusión de la biopsia practicada por los fiscales sobre las cuentas de Parmalat es que existe en el interior del sistema financiero internacional un universo paralelo al margen de la ley. Este caso, como el de Enron y otras crisis fraudulentas, deja al descubierto el uso sistemático de cuentas en paraísos fiscales (y contables) al servicio de gentes sin escrúpulos: son los bajos fondos del sistema, cuya existencia contradice los buenos propósitos que políticos, autoridades técnicas y empresarios formulan después de cada desastre.
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