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Piezas del puzzle ambiental

Antxon Olabe

La mejor noticia que aporta el informe sobre Indicadores Ambientales presentado hace unas semanas por el titular del Departamento de Ordenación del Territorio y Medio Ambiente del Gobierno vasco, señor Intxaurraga, es la propia existencia del informe. El avance producido en los últimos años en cuanto a la cantidad y calidad de la información ambiental existente en el País Vasco es sustancial. Sabemos mucho mejor que hace unos años dónde estamos, hacia dónde vamos y hacia dónde queremos ir. Es un avance que, sin duda, sienta las bases para una gestión ambiental sólida y rigurosa, ya que en términos de gestión es muy cierto aquello de que "lo que no se mide, no existe".

Lo que los propios indicadores revelan es bastante menos positivo. En un panel de 22 indicadores como el presentado en el mencionado informe hay, como no podía ser de otra manera, claros y oscuros, tendencias positivas y tendencias negativas. Ahora bien, del estudio detallado del cuadro en su conjunto se impone, en mi opinión, una conclusión clara: la economía vasca está todavía muy lejos de haber alcanzado su punto de inflexión hacia la sostenibilidad ambiental. No en vano, nuestro actual modelo de desarrollo económico es heredero de siglo y medio de desarrollismo industrial muy agresivo hacia el medio natural. Existen, por tanto, inercias profundas muy fuertes que no es fácil cambiar.

La conciencia ambiental de nuestra sociedad ha permanecido, hasta cierto punto, anclada en una foto fija del pasado
El avance producido en los últimos años en cantidad y calidad de la información ambiental existente es sustancial

Los datos aportados en el informe permiten hacer un balance ambiental bastante preciso de la pasada década de los noventa. Por el lado de la utilización de los recursos naturales, la necesidad total de materiales que necesitó la economía vasca para funcionar se incrementó en un 20% entre 1990 y 2000. El consumo total de energía aumentó un 23%. El número total de vehículos se incrementó en un 35% y la longitud de las autovías y autopistas en un 37%. Por el lado de las emisiones, las de gases de efecto invernadero se incrementaron en un 25%. La generación de residuos sólidos urbanos por persona y año en un 66%. Las emisiones de sustancias acidificantes crecieron un 2,2% y las de sustancias precursoras del ozono un 3,2%.

Esas tendencias ambientales negativas ocurrieron en un contexto de fuerte crecimiento económico de la economía vasca. Entre 1990 y el año 2000, el Producto Interior Bruto aumentó un 37%, más que la mayoría de los indicadores antes mencionados. Esa mejora en la eco-eficiencia de la economía vasca se mostró, sin embargo, frágil y efímera. Desde el año 1997 al 2000 la tendencia se invirtió, ya que la economía creció menos que los impactos ambientales negativos. Es un dato descorazonador conocer que durante esos años en los que la economía vasca entró en una fase de fuerte crecimiento, lo hizo de una manera muy ineficiente en términos ambientale s. Así, mientras que el Producto Interior Bruto creció un 17%, las emisiones de gases de efecto invernadero aumentaron un 39%. El consumo total de energía se incrementó en un 30%; la generación de residuos sólidos urbanos por persona y año, en un 21%; las emisiones de gases acidificantes, en un 44%.

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De los tres años transcurridos desde entonces -2001, 2002 y 2003-, si bien existe mucha información, ésta no es todavía completa, no está suficientemente contrastada y, por tanto, es difícil tener una idea clara del conjunto. A la hora de reflexionar sobre las razones que dificultaron avanzar a la economía y la sociedad vasca hacia la sostenibilidad ambiental durante la pasada década, yo sugeriría los siguientes factores de fondo.

En primer lugar, a pesar de que repetidos estudios de opinión señalan que la sociedad vasca está altamente sensibilizada en cuestiones ambientales, la conciencia ambiental de nuestra sociedad ha permanecido, hasta cierto punto, anclada en una foto fija del pasado. Es una foto existente en el imaginario colectivo que refleja una asociación casi automática entre problemas ambientales-contaminación-fábricas escupiendo humo por sus chimeneas. Responde a una situación muy real... de hace 20 años! En ese sentido, la conciencia ambiental de la sociedad vasca necesita orientarse de manera más definida y precisa hacia los temas ambientales candentes de la actualidad, como son el transporte, la artificialización del territorio, la pérdida de espacios naturales y de biodiversidad, las emisiones de gases de efecto invernadero etcétera.

En segundo lugar, no se había producido, en mi opinión, una incorporación genuina de las preocupaciones ambientales al núcleo duro del pensamiento de los partidos mayoritarios en la sociedad vasca. Con pocas y honrosas excepciones, eran y siguen siendo formaciones en buena medida ancladas en el viejo paradigma desarrollista del pasado.

En tercer lugar, el movimiento ecologista vasco, protagonista de muchas e importantes luchas ambientales, incluyendo algunos éxitos notables, era un movimiento que se desarrollaba en los márgenes de la sociedad. Carecía de verdadero enraizamiento social. En mi opinión, ello se debía en buena medida a las actitudes y opiniones fuertemente antisistema que mantenía un sector amplio de dicho movimiento.

En cuarto lugar, la Universidad del País Vasco, salvo, nuevamente, algunas honrosas excepciones, no desempeñó el papel de motor que podría esperarse de tan importante institución. La Universidad es el centro de conocimiento e investigación principal de toda sociedad. En el ámbito internacional, el mundo de la ciencia ha desempeñado un papel decisivo en el despertar de la sensibilidad hacia la crisis ambiental. En el País Vasco, lamentablemente no ha sido así.

Creo que esos factores han contribuido de manera importante a dificultar el avance hacia la sostenibilidad ambiental de la sociedad vasca que se observa en la década pasada. Ahora bien, están emergiendo nuevas tendencias que apuntan en la dirección contraria y que son muy esperanzadoras. En primer lugar, el País Vasco ya ha alcanzado la media de la renta per capita europea. Han quedado atrás 20 largos años de dura crisis económica y de empleo. Son, por tanto, tiempos mucho más favorables para pensar en la calidad del desarrollo y no sólo en la cantidad de crecimiento.

En segundo lugar, la importantísima base industrial del País Vasco ha conocido un fuerte proceso de modernización. Es, sin duda, el sector de la economía que más y mejor ha captado el signo ambiental de los nuevos tiempos. En tercer lugar, en años recientes se ha avanzado de manera muy significativa en el diagnóstico, la filosofía, las políticas, planes y programas ambientales, destacando de manera especial la aprobación por el Gobierno de la Estrategia Ambiental Vasca de Desarrollo Sostenible (2002-2020).

Finalmente, señalar que estamos plenamente inmersos en la Unión Europea. Y en la UE el medio ambiente es un asunto prioritario, esencial. No en vano la Unión Europea es hoy, sin lugar a dudas, el principal centro de poder mundial comprometido con el avance hacia el desarrollo sostenible. Como tal, es un potente faro que, sin duda, nos ayudará a navegar en la dirección adecuada.

Antxon Olabe es economista ambiental.

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