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Columna
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Compradoras

En domingo y fiestas de gastar dejémonos llevar por el tópico y hablemos de consumo. Les contaré que una vez tuve que reclamar porque tardaban demasiado unos zapatos previamente encargados. En la tienda explicaron que habían intentado avisarme por teléfono, pero que les resultaba difícil dar conmigo. Quise saber por qué no se dejó el recado a alguien, o en el contestador, y la respuesta, a la que en principio no di mayor importancia, fue que no tienen costumbre de informar a "otros" sobre sus ventas. Qué ingenuidad la mía: se guarda con tanto celo el secreto profesional para que la familia no sepa de la transacción, y no precisamente porque hayamos pedido discreción tras encargar un regalo sorpresa.

Seguro que con los clientes varones que adquieren calzado las cosas son distintas. Ya sabemos que muchas mujeres no pueden entrar en casa alegremente con sus paquetes, ni pagar con las tarjetas que controlan los maridos, y que han de camuflar los precios a la baja.

Todo es parte de lo mismo. La improductiva que no dispone de ingresos propios ha de poner la mano para la peluquería y el supermercado, dependiendo de la generosidad del marido (aún funciona ese lamento tan antiguo de "me da poco para la semana", aunque no haya apuros económicos). Él es el proveedor. Pero ella la suministradora, la manirrota que gasta en productos tan irresistibles para una compradora compulsiva como tomate frito y papel higiénico, vasos y calzoncillos, recambios de fregona y obsequios para cumpleaños, bodas, bautizos y comuniones.

Desde luego, existe el consumo bulímico, esa frivolidad convertida en enfermedad adictiva porque dispara los neurotransmisores cerebrales del placer. Y ataca mucho más a las mujeres que a los hombres, ya que la infelicidad busca sus compensaciones . No es casual que un antidepresivo haya logrado éxitos con relativa rapidez.

Pero basta ya de tanto lugar común, de tanto chistecito sobre derrochadoras y pobres paganos exprimidos que parecen justificar humillantes secretismos. Como el de aquel comercio que abandoné cual una furtiva Imelda Marcos llevándose al armario el par número 1061.

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