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Columna
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Fin de año

Otro año se va. Y, aunque la vida sigue, resultan inevitables los balances. ¿Cómo nos ha ido? Cada cuál hará el suyo propio o lo evitará para que no le posea definitivamente la melancolía. Habrá quien simplemente vivirá el momento y lo disfrutará (familia, amigos, diversión), o quien se retraiga, como si en ese instante liminal, el de las uvas, la vida se le estuviera yendo y debiera hacer repaso de toda ella. Habrá de todo. Pero, colectivamente, el balance resulta inevitable. Especialmente, cuando cerramos el año sin unos Presupuestos para el que viene. Ése en el que se anuncia un cambio de ciclo político en España a raíz de las elecciones catalanas (con el PP o el PSOE a partir de marzo), en el que Europa empieza a tomar una forma fragmentaria y problemática, y en el que habrá que ver qué salida se le da a ese gran fiasco y barbarie que está siendo la guerra en Irak, y que puebla el futuro de incertidumbres ciertas sobre la paz y la guerra.

En esta nuestra sociedad hay rasgos que empezamos a compartir. Compartimos cierta frivolidad escéptica ante la política, un alegre y poco fundado optimismo sobre nuestra propia situación personal y el porvenir de nuestra economía, un alejamiento cómplice sobre los problemas que genera la violencia, una razonable satisfacción sobre el funcionamiento práctico del Estatuto de Autonomía, y cierta ansia por vivir el momento, carentes como estamos de verdaderos proyectos colectivos. (Los detalles, éstos y otros, en el Euskobarómetro de noviembre.) Compartimos cosas que apenas si son percibidas por nuestros líderes. Ellos están en otras batallas (algunas, como la lucha por la libertad y contra la violencia totalitaria, necesarias y de gran altura ética). Sin embargo, todo este conjunto de cosas ¿no son acaso síntomas de una decadencia que aún no vislumbramos? Quizá en lo más hondo duerman esas certidumbres que llamamos presentimientos, que nos lo anuncian. Quizá.

Cataluña nos sirve para ver el otro lado del espejo. Allí aprovechan la extraña y peligrosa cabalgada de Ibarretxe para ampliar y gestionar mejor su autonomía; el catalanismo une sin generar fractura alguna en la sociedad; no tienen -y buen cuidado tuvieron para que no ocurriera tal cosa- ningún grupo violento-mafioso que limite su libertad; son capaces de decir sin ambages: soy catalán e independentista, pero nunca nacionalista (Carod Rovira), etcétera. Y, ahora, han logrado poner en marcha la alternancia en el gobierno. La ironía sarcástica de un Maragall y el aspecto feliz de Rovira ponen rostro a una sociedad que mejora y se sanea. Frente a eso, ¿qué tenemos nosotros? Unos líderes, todos, cada vez más sectarios e iluminados. Y nosotros, estúpidamente ajenos a todo lo que ocurre en esa estratosfera, como si no nos fuera nada en ello.

Por de pronto, deberemos prolongar los Presupuestos del pasado año (¿cuantos daños concretos en sanidad, educación, infraestructura, etc., genera esto?). Y mientras tanto, el Gobierno seguirá vendiendo humo (Plan Ibarretxe), y la oposición resultará incapaz de tejer una alternativa. Todo lo malo es susceptible de ser empeorado. Salvo..., salvo que los que lo sufrimos adoptemos una posición beligerante frente al fatalismo del huracán de la historia (W. Benjamin). Es cosa nuestra. 2004 es cosa nuestra... o el torbellino de los tiempos nos arrasará.

Y permítanme (¡ya está bien!) una patada en el trasero a Teleberri. Julio Ibarra, el Urdaci vasco, servil y solemne hasta la náusea, nos presenta el debate de los Presupuestos. SA se ofrece a EA. Actitud heroica de Joseba Azkarraga rechazando aquellos cantos de sirena (grueso y barbudo, Joseba Álvarez, comedido, parecía una sirenita). Atutxa obliga a votar en bloque (hace dos años fue al contrario; quién le ha visto y quién le ve). Aparece Zenarruzabeitia, y dice: el que llaman "comando parlamentario de ETA", ha votado con el PP y el PSE. Excelente, muy comedido para un miembro de un Gobierno que aboga por el diálogo. Retoma Ibarra: de modo que un voto unido de los abertzales hubiera sacado adelante los Presupuestos. Siguiente información. ETA daría los pasos necesarios y tomaría las medidas pertinentes para favorecer ese pacto entre abertzales (propuesta de Otegi en Bergara). Y sigue Ibarra: otro tanto ocurre en Iparralde con Batera , allí se prepara una solución unitaria entre los abertzales.

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