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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El sucesor de Arzalluz

Lo más concluyente de la elección de Josu Jon Imaz, portavoz del Gobierno de Ibarretxe, como nuevo presidente del Consejo Nacional del PNV es que ya no estará al frente de ese partido Xabier Arzalluz, su líder indiscutible durante más de 20 años. No podría decirse lo mismo si hubiera ganado el otro candidato, Joseba Egibar, expresamente apoyado por Arzalluz, quien comparte por ello la derrota. La victoria de Imaz no tendrá de momento efectos visibles, pero puede tenerlos si embarranca el plan Ibarretxe.

La dura pugna interna -que deja heridas abiertas- evidencia que no había tongo en el enrevesado sistema electoral interno que culminará en la asamblea de enero. No sólo no ha habido designación digital, sino que los afiliados han tenido oportunidad de elegir directamente entre los dos candidatos y de hacerlo sin atender las indicaciones del líder saliente. Sin embargo, para sostener que se trata de un partido más democrático que los demás habría que olvidar que es también el que dispone de mayores facilidades para cortocircuitar desde el primer nivel de la pirámide asamblearia cualquier intento de debate político. Como el que quiso suscitar Emilio Guevara, en defensa del Estatuto de Gernika, antes de que lo echaran.

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Imaz defiende un País Vasco con "nacionalistas y no nacionalistas"

Ahora hay un cambio de liderazgo, pero la ponencia que se discutirá en la asamblea de enero lleva la huella de Arzalluz (del último Arzalluz) y viene a ser un intento de garantizar la continuidad del giro antiautonomista producido, sin debate previo, a partir de Lizarra. Es posible que el talante de Imaz, mucho más abierto en todos los sentidos, acabe generando una política diferente, pero a corto plazo es improbable que pueda hacer algo más que intentar cerrar las heridas y esperar. Ayer habló de la necesidad de participación de "nacionalistas y no nacionalistas" en un proyecto "de convivencia", pero al mismo tiempo reafirmó su fe en el plan Ibarretxe.

Son dos ideas difícilmente conciliables. La posibilidad de que Imaz pueda impulsar una política de alianzas diferente (como la de Ardanza, por ejemplo) pasaría por la retirada del plan Ibarretxe. Pero ese plan es ahora el horizonte que mantiene unido al PNV, por lo que es improbable que haya cambios inmediatos. Lo único que puede adelantarse es que no es lo mismo que el previsible fracaso del plan Ibarretxe, cuando ocurra, se produzca en un PNV dirigido por Imaz, lo que facilitaría una rectificación, que si el vencedor hubiera sido Egibar. Aunque no sea para mañana, es una razón suficiente para que el conjunto de los vascos -que, según un sondeo publicado ayer, preferían a Imaz- contemplen el resultado con alguna esperanza.

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