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Reportaje:FÚTBOL | 17ª jornada de Liga

La regularidad se adorna con un gol de 'sombrero'

Lequi, autor del empate en Vigo, el único fijo en las alineaciones del Atlético

Matías Emanuel Lequi (Rosario, Argentina; 1981), El Flaco, extravertido, con el pelo lacio, mojado, resbalando por las hombreras de una chaqueta de cuero, se acerca, balanceando una bolsa, a su coche, un utilitario de color dorado. Nadie diría que la hemeroteca de la Liga conserva un gol suyo enmarcado con honores. La semana pasada, en Vigo, ante el Celta, Lequi controló con el pecho el balón en el área pequeña, muy cerca ya de la línea de fondo; se hizo un sombrero a sí mismo y dos rivales estirando la puntera, se dio la vuelta y, según caía, empalmó una volea a la escuadra con su pierna de palo, la derecha.

Tampoco parece, viéndole tomarse unas cañas con su compañero Pínola, que sea el único jugador del Atlético que ha disputado todos los minutos de la Liga, 1.440, y de la Copa. Hoy, ante el Racing, vuelve a esgrimir que sus armas son "el coraje y la anticipación, no los goles". Eso sí, no olvida subrayar que el de Balaídos fue "el tanto más bonito" de su carrera. No fue, alega, por casualidad: "La pegué [a la pelota] ahí. A veces, hay suerte y entra. Otras se marcha al tercer anfiteatro". Luego, se volvió "loco de alegría".

"No se cae nunca. Es un ganador. Me recuerda a Passarella", dice su descubridor
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Además de los dos goles que ha marcado, ése y otro, de cabeza, ante el Deportivo, Lequi acumula minutos y más minutos sobre el terreno. Sus parejas de baile, en la zaga, cambian. Él permanece. "Sí, es así. Pero yo apenas lo noto porque lo importante es la mecánica no los individuos", comenta, como de pasada, cuando se le recuerda el dato de que ha compartido el eje de la cobertura rojiblanca con Simeone, Santi, García Calvo, Hibic y Gaspar en los 16 partidos que se llevan disputados del campeonato.

Gregorio Manzano, el entrenador del Atlético, afila su lápiz cada semana para empezar todas sus alineaciones con su nombre y los directivos del club ya están preparando el talonario para hacer efectiva la opción de compra a su representante, el uruguayo Paco Casal, propietario del 50% de sus derechos -la otra mitad se comprometió a abonarla el River Plate, su último club, al anterior, el Rosario, para revéndersela luego al madrileño, pero aún no ha hecho efectivo el pago-.

El técnico que le hizo debutar en la Primera División argentina a sus 18 años, Edgardo Bauza, empieza el rosario de elogios: "No se cae nunca. Es un ganador. Me recuerda a Passarella". José Néstor Pekerman, antiguo seleccionador de las categorías inferiores argentinas y ahora director deportivo del Leganés, va más allá y, con su estilo reposado, enumera una lista interminable de virtudes de Lequi, a quien conoce desde que tenía 17 y a quien se llevó al Mundial sub 20 de Ecuador: "Agresivo. Técnicamente, muy bueno para la posición de zaguero. Se anticipa muy bien. Va fantástico al corte. Se coloca de forma perfecta. Gran juego aéreo". El propio Lequi también apunta algunas de sus cualidades: "Sobresalgo por arriba. También, en que voy por cada balón como si fuera el último". Al central no le importa conceder que no le gusta conducir la pelota y que prefiere "los balonazos largos a Torres, que es rápido, para que se encuentre con la portería de cara, en velocidad".

Su único defecto es la "precipitación", advierte Pekerman. Lequi es "muy caliente", según su propia confesión, y en ocasiones se descentra por las decisiones del árbitro o las provocaciones de los rivales.

"La clave de la mejoría es que el equipo está más unido", reflexiona Lequi sobre los últimos resultados. Y añade: "Ahora vamos al balón con más ganas. Antes no jugábamos con la intensidad debida". Los motivos son "el exceso de confianza": "Pensábamos que con lo hecho en la pretemporada nos alcanzaba".

Nacido en un ambiente tranquilo, de clase media, Lequi empezó a jugar "por gusto" a los 10 años. Siempre como defensa. Poco a poco, escaló posiciones y debutó, tras su paso por el Rosario, con el River a los 20 años. En el Rosario, dice, le enseñaron "a tener mucho orden táctico y a no dar un balón por perdido". Ahora vive solo en un piso de alquiler en Majadahonda, la localidad en la que se hallan los campos de entrenamiento del Atlético. Su familia ha estado dos meses con él en Madrid, pero se fue hace uno. De todos modos, su carácter sociable le ha permitido hacerse un grupo de amigos con los otros argentinos. Y su figura crece cada día. Aunque nadie ha coreado aún su nombre en el Calderón. Bueno, sí..., quien canta las alineaciones. Sin excepción.

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