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Signos

La mirada de Pablo Juliá

Cuando la Agencia Magnum celebró su 50º aniversario, el volumen conmemorativo dejaba palmariamente claro que la pequeña cámara de Cartier-Bresson había estado allí donde -desde México a Pekín pasando por San Petersburgo- se producía el gran acontecimiento. Pablo Juliá no es todavía el fotógrafo francés pero va por el mismo camino en lo que a Andalucía se refiere.

Su memoria óptica cubre en el libro Crónica de un sueño los 360 grados de ese círculo. Juan Carlos Rodríguez Ibarra dice en su semblanza que Alfonso Guerra era como Dios, que estaba en todas partes; Pablo era lo mismo pero se acercaba mucho más. El ojo de su lente recorrió por aquellos años los caminos que iban de las cabañas a los palacios y viceversa, se acercó a las arrugas más profundas de las caras más anónimas y sacó del anonimato los gestos íntimamente trascendentes de aquellos que aspiraban a crear un nuevo Estado.

Y ahí ha seguido, a lo mejor sin saber siquiera si existía el desaliento, pintando en blanco y negro la Historia de los años que siguieron, dejando colgada de la mirada de su objetivo desde el salto de rabiosa alegría de una candidata en la soledad de la calle Ancha de Cádiz tras el anuncio de los resultados electorales, hasta la viva imagen del cansancio y la explotación, mezclados surreal pero intensamente con el erotismo, que nos transmite una fresera polaca en los campos de Huelva.

Sin haber sido durante muchos años demasiado amante de las exposiciones, en estos días su ojo estará en tres: la que expone una selección fotográfica de la obra sobre la transición, Crónica de un sueño, en la sala sevillana que la Caja de Ahorros San Fernando tiene en la plaza de San Francisco; hasta el 15 de enero, en otra colectiva organizada por el Centro Andaluz de la Fotografía: Homenaje a Alberti. Nueve fotógrafos, en el Teatro Principal, calle Ambrosio de Morales, de Córdoba. Y la tercera, auspiciada por la Consejería de Obras Públicas, en el antiguo Convento de Nuestra Señora de los Reyes de la calle Santiago de Sevilla. Aquí participa con otros tres fotógrafos en la que lleva por título Andaluces 2004.

Todavía no ha empezado el año pero Pablo ya está fijando con intención y lirismo -zurdamente- la crónica del sueño aún por soñar.

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