El valor del teatro para niños
Las obras para alumnos de educación infantil empiezan a extenderse en España como complemento pedagógico
Una experiencia poética y sensorial para niños de tres meses a seis años". Así definen sus creadores, la compañía madrileña de teatro La Casa Incierta, el espectáculo Pupila de Agua, que acaba de estrenarse en Madrid, donde ha celebrado un ciclo de representaciones para guarderías y escuelas infantiles y con el que girarán por algunas ciudades españolas y extranjeras.
Aunque en España es novedoso, el teatro para bebés no es desconocido en países próximos; Francia, Italia y Bélgica, sobre todo, trabajan desde hace años en este territorio de la creación artística, que se funde, por partida doble, con el ámbito educativo. Por un lado, porque los artistas que se sumergen en él se alimentan en parte del trabajo realizado en los centros educativos y por otro, porque un buen número de sus espectadores llegan a través de los mismos, en funciones reservadas para grupos, en días y horarios lectivos.
La Biennale de Lyón (Francia), un certamen internacional que reúne una selección de montajes, llevó al circuito off de su edición de 1999, una rara avis, el espectáculo Et rond, et rond, de la compañía francesa Lulubelle, recomendado para bebés y mujeres en avanzada gestación. El anuncio de la propuesta provocó sorpresa, curiosidad y buena dosis de escepticismo, a pesar de que ya existían estudios sobre la capacidad del feto para percibir la música o los efectos que ésta puede provocar en un niño de días.
Aquel montaje cosechó éxitos, viajó a diferentes países y en España se pudo ver dentro del festival Teatralia, en Madrid, que ha programado en años sucesivos una decena de propuestas escénicas (teatro, música y danza) para niños de tan corta edad. De estos antecedentes, entre otros, bebe La Casa Incierta para enfrentarse a un reto artístico de primera magnitud, comunicar con un público ajeno a cualquier norma sobre el modo de estar en una sala de teatro. Es imprescindible interesar a los bebés en todo momento y para eso hay dos requisitos formales: que la obra dure en torno a media hora, tiempo máximo estimado por expertos para retener la atención de un bebé, y que no haya más de 30 espectadores por función, para que la cercanía física con los intérpretes propicie la comunicación.
El tercer requisito, la calidad de la propuesta. El teatro para bebés, más que ningún otro, debe ser un mecanismo de precisión. Y reclama un intenso proceso de búsqueda como el que el director de la obra, Carlos Laredo, y las dos actrices emprendieron en varias escuelas infantiles "con proyecto pedagógico", algunas, de integración de niños sordos; "fue un trabajo", dice Laredo, "muy fecundo y nutritivo. Allí nació el germen de la búsqueda de comunicación por otras vías".
Laredo reconoce que estas propuestas conllevan la pregunta de si un bebé puede entender algo. Su respuesta parte de la convicción de que "la intelección no es sólo una forma de compresión lingüística, de carácter sintáctico, semántico o semiótico. Reducir la percepción del ser humano a su capacidad de entender el lenguaje de las palabras, y reducir su comprensión al análisis narrativo, es restringir el resto de las capacidades comunicativas no verbales".
También el desarrollo de las representaciones resuelve el interrogante. Impresiona observar que niños de tan corta edad, que ven teatro por primera vez, no sólo se mantengan pendientes (y sin apenas pestañear) de principio a fin, sino que además expresen emociones, provocadas por lo que ocurre en escena.
Y eso que Pupila de Agua no es una obra fácil, fundamentada exclusivamente en lo sensorial, como muchas creaciones para estas edades. El montaje posee diversas capas de dramaturgia; en la argumental, habla de una niña que no sabe llorar, a pesar del clima de desolación que la envuelve, y muestra el trayecto vital que finalmente permite expresar emociones y sentimientos. Otra estaría contenida en la poética del agua y el cristal, el misterio de los silencios, que trufan la obra, y la última etapa de la creación "pasa por encontrar los elementos que tienen que ver con la cultura de uno mismo, como son las parcas
[diosas del parto y el nacimiento], que tejen los hilos
[en referencia a la imagen con la que arranca la obra]", dice Laredo.
"Es muy interesante y arriesgada", valora la obra una de las educadoras que acude con un grupo de niños, "en algún momento se veía que les provocaba cierta inquietud, pero sin embargo no la rechazaban; seguían atentos. ¿Sorprendente? Sí y no; a esa edad, se es particularmente receptivo". (Información: www.lacasaincierta.com)
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