El fracaso hunde a la UE en la crisis
Schröder y Chirac culpan a Aznar y al polaco Miller del retraso de la Constitución europea
Europa selló ayer en Bruselas uno de los más estrepitosos fracasos de su historia, si no el mayor. Empantanados en la lucha por el reparto del poder, los líderes europeos de los 25 (los Quince más los diez candidatos) fueron incapaces de pactar el texto de la primera Constitución europea y se fueron a casa lanzándose entre ellos todo tipo de amenazas. Para los dos principales dirigentes, el alemán Gerhard Schröder y el francés Jacques Chirac, el rotundo fracaso tiene nombres y apellidos: el español José María Aznar y el polaco Leszek Miller. Ambos lo negaron al asegurar que estaban dispuestos a negociar fórmulas de compromiso.
"Desgraciadamente, ha habido un desacuerdo total sobre el reparto de votos", dijo al atardecer el compungido primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, quien pone así un lamentable punto final a su estridente presidencia semestral de la Unión. Y el desacuerdo se produjo porque los jefes de Estado y Gobierno se mostraron impotentes a la hora de acordar una fórmula alternativa al sistema de doble mayoría (50% de Estados y 60% de población) incluido en el proyecto constitucional para tomar decisiones en el Consejo. España y Polonia preferían el sistema de Niza suscrito hace tres años y la cita de los líderes tenía como principal y casi único objetivo encontrar una fórmula de compromiso para contentar a todos.
La ampliación ha recibido un golpe bajo de incalculables consecuencias
Berlusconi contó, tras constatar el fracaso, que él había propuesto tres opciones: continuar con Niza (ya sabía que la rechazaban todos salvo Aznar y Miller), continuar con Niza hasta 2014 para pasar después a la doble mayoría, o aparcar ahora el litigio y fijar una cita antes de 2009 para pactar una fórmula. Las alternativas eran poco concretas. De hecho, la presidencia de turno, Italia, no llegó a proponer una determinada sobre la mesa que incluyera modificaciones de esos porcentajes, tal como pretendía Aznar, a quien elevar el porcentaje del 60% de población le hubiera beneficiado.
Berlusconi, por tanto, no sacó esa solución que hace tres días dijo tener "en el bolsillo". Y el tiempo corría. Fueron otros intermediarios, y sobre todo el primer ministro británico, Tony Blair, quien hizo llegar a Aznar una propuesta: seguir con Niza hasta 2014 y pasar ese año a la doble mayoría con la combinación 50%-60%. Al presidente español, como era previsible, no le pareció suficiente. Entretanto, el polaco Miller se atrincheraba en Niza sin dar otra opción. "El problema no es tanto España como Polonia", decía el ministro italiano de Exteriores, Franco Frattini.
La paciencia de los grandes, tras la estéril tarde del viernes consumida en interminables contactos bilaterales, se agotó a media mañana. Berlusconi, totalmente perdido, como llegó a insinuar su propio ministro de Exteriores, convocó a los jefes del club: Schröder, Chirac y Blair. Los dos primeros le comunicaron que su paciencia ya había sido superada. "España y Polonia han aceptado estudiar una alternativa, pero otros lo ven ya muy difícil", dijo Berlusconi.
Penúltima oportunidad: Chirac, que ya había amenazado por la mañana con irse a París, invitó a Aznar y a Miller, por separado, para hacerles entrar en razón. No fue posible. Mediodía y última oportunidad: Berlusconi llamó a Aznar. Le dijo que asomaba ya el fracaso. Y Aznar, por fin, le expuso sus opciones: modificar el reparto de votos, pero sobre la tabla de Niza; aparcar el problema a 2009, o estudiar una alternativa concreta con la que España se sintiera "confortable". A media conversación se incorporó Blair, el intermediario que no quería dejar solo a su aliado en la crisis iraquí. Berlusconi les comunicó que Schröder, y sobre todo Chirac, no estaban dispuestos a ceder. La constatación del fracaso era ya un hecho.
Sin dejar duda alguna sobre la responsabilidad del fracaso, así lo contó después Chirac: "La presidencia italiana y yo mismo hemos tenido entrevistas con el primer ministro Aznar y el primer ministro Miller, y hemos constatado que, ni en una parte ni en otra, había flexibilidad". La otra pata del eje franco-alemán, el canciller Schröder, disparó sobre el mismo objetivo: "Ha habido especialmente dos países que no querían moverse: uno por tradición y el otro por puntos de vista políticos internos". Mientras Aznar respondía que él sí se había movido "con espíritu negociador y constructivo", el polaco Miller recordó que "Polonia no ha sorprendido a nadie".
El proyecto constitucional, elaborado entre marzo de 2002 y el pasado julio por la Convención que presidió el francés Valéry Giscard D'Estaing, queda ahora en el limbo, a la espera de un segundo intento de sacarlo adelante. Pero sin perspectiva temporal.
El problema lo hereda ahora la presidencia semestral de Irlanda, precisamente el país que tuvo que celebrar un segundo referéndum tras rechazar en la primera consulta el Tratado de Niza. Su primer ministro, Bertie Ahern, declaró ayer que "no hay atmósfera" adecuada para que haya avances a medio plazo. "No se acabará el problema en los próximos meses", aventuró. Todos los líderes evitaron el alarmismo pese a todo. "No tiene sentido ver lo ocurrido en términos dramáticos", comentó el británico Blair, siempre pacificador en esta guerra después de haber salvado sus líneas rojas. Ya lo había dicho Chirac el día anterior: "Europa siempre ha avanzado de crisis en crisis". En este caso, sin embargo, el drama es muy superior: Europa ha fracasado en su intento de cerrar su primera Constitución apoyada por seis de cada diez europeos; y ha constatado, a la primera oportunidad, lo difícil, si no imposible, que resulta gestionar una Unión con 25 Estados. La ampliación se hará el próximo mayo, pero ha recibido un golpe bajo de incalculables consecuencias. Asoma la Europa de los núcleos, de las vanguardias, de las avanzadillas... la desunión en la Unión.
La presidencia irlandesa evaluará la situación en marzo
El tenso almuerzo que ayer mantuvieron los líderes europeos con el único objeto de constatar su fracaso y consensuar qué dirían a los periodistas fue todo un ejemplo de la crítica situación que vive la Unión Europea. Las intervenciones fueron "secas y cortantes, aunque educadas", dijo una persona que las escuchó.
También este último acto formal fue inútil, porque el presidente de turno de la UE, Silvio Berlusconi, exigió a todos que no echaran la culpa a nadie y los líderes de las dos grandes potencias no le hicieron el mínimo caso unos minutos después. "La responsabilidad es de todos", repitió una y otra vez el primer ministro italiano, quien ha acabado su presidencia europea como la empezó: con escándalo. "Se trata de no culpar a ningún país", afirmó el presidente de la Comisión, Romano Prodi, quien sí hizo caso a su contrincante político en la escena italiana. "No hay que culpar a nadie", añadía el primer ministro irlandés Bertie Ahern. "Tenemos la misma responsabilidad que todos los demás", comentaba el polaco Miller. Ésa fue la tónica general.
Pero la prueba escrita del dramático final de la reunión de ayer quedó plasmada en la declaración final que zanja esta Conferencia Intergubernamental (CIG). Fueron únicamente cuatro líneas con el siguiente texto: "El Consejo Europeo toma nota de que no ha sido posible para la Conferencia Intergubernamental lograr un acuerdo global sobre el proyecto de Tratado constitucional en este momento. Se le pide a la presidencia irlandesa que, sobre la base de consultas, haga una valoración de perspectivas de progreso e informe al Consejo Europeo en marzo".
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