Secretos románicos
Sin duda, la iglesia de San Vicente de Ávila es una de las grandes construcciones de nuestro románico ya desde la pura perspectiva arquitectónica, aunque haya interesado más por la riqueza y variedad de su complemento escultórico. En contraste, los datos son desesperadamente escasos y la lectura del edificio pone de manifiesto etapas distintas en el tiempo y en sus realizadores. En definitiva, su estudio está lleno de escollos. Mientras otros conjuntos románicos están esperando aún su primera monografía, San Vicente anda sobrado de ellas. Nunca, desde que Goldschmidt le dedicó tres análisis sucesivos (1935-1937) y Gómez Moreno, descubriendo a Fruchel como posible escultor magno, dibujó su esquema de la escultura tardogótica castellana (1961), ha faltado quien se ha ocupado de los problemas que plantea. Hay que decir que la mayor parte se han centrado en la escultura (Pita Andrade, 1955). En fechas más próximas las monografías se han multiplicado: Rodríguez Robledo (1982), Feduchi (1993) y, sobre todo, Vila da Vila (1999).
EL ROMÁNICO DE SAN VICENTE DE ÁVILA
Daniel Rico Camps
Nausicaä-Marcial Pons Madrid, 2003
419 páginas. 35 euros
Ante lo dicho, ¿era conveniente que alguien dedicara varios años de trabajo al asunto traducidos en el texto que estamos comentando? Daniel Rico Camps, profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona, se encarga de dar una respuesta positiva a la pregunta. Es un trabajo cuidadosamente estructurado, donde nada se ha dejado al azar y todo es resultado de una meditación que siempre desemboca en una propuesta, más o menos sólidamente fundamentada, que el autor se atreve a emitir, aunque reconozca que a veces distará de ser aceptada por los que vengan detrás.
El libro se estructura en tres
grandes bloques. El primero es arquitectónico, aunque reaparece más tarde. En él fija las etapas constructivas (las dos primeras románica y tardorrománica) y una complementaria gótica. La primera se retrasa hasta el tercer decenio del siglo XII. En ella se dibuja la planta actual de la iglesia hasta el quinto tramo de las naves, por tanto con transepto y, singularidad en Castilla, amplia cripta. En altura se concibe sin tribuna. Se corresponde con la escultura monumental y aquí se encuentra alguno de los hallazgos más importantes del estudio al fijar su fecha algo más tarde de lo dicho, su vinculación al mundo navarro y más aún al aragonés (¿jaqués?). En la segunda etapa constructiva el edificio cambia en altura y se lleva a cabo la tribuna, mientras en los pies la portada occidental, al modo borgoñón, se enmarca con dos torres de pesada cantería. Quiere ver en el conjunto escultórico, doblado en determinados puntos por la arquitectura, una voluntad de encastillamiento apropiado al carácter fronterizo del emplazamiento abulense. La amplitud concedida a la parábola del pobre Lázaro en los tímpanos, coincidiendo con otras portadas del románico hispano y francés, pero exacerbada respecto a ellas, le conduce a un análisis minucioso de su significado relacionado con la limosna y la caridad. Concluye con la obra más especial del conjunto, independiente de la arquitectura: el sepulcro de los titulares, Vicente, Sabina y Cristeta, para el que propone felizmente una reconstrucción ideal, aprovechando ciertas esculturas en busca hasta ahora de lugar en el que se integran sin violencia.
En suma, un libro atractivo, riguroso, cargado de sugerencias y guiños al lector, bien escrito, y dedicado a una de las grandes obras del románico hispano.
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