La finca de Arnoldo
La mayoría de los nicaragüenses no cree que Arnoldo Alemán, con excelentes contactos políticos y judiciales, cumpla la condena de 20 años de cárcel que le ha sido impuesta por beneficiarse durante su mandato de casi todas las modalidades conocidas de enriquecimiento ilícito. Pero la sentencia contra el ex presidente de Nicaragua, considerado un símbolo de la corrupción política, tiene al menos la virtud de proclamar formalmente el final de la impunidad históricamente consentida a los dirigentes latinoamericanos.
El ultraliberal Alemán consideró Nicaragua su finca durante sus cinco años de mandato, entre 1997 y 2001. El montante de lo robado al frente de uno de los países más míseros del continente -donde se sobrevive con menos de un euro diario- oscila entre los 10 millones de dólares probados y los 100 contabilizados por el fiscal. La cleptomanía de Alemán y su círculo íntimo adquiere mayor nitidez en el marco de una nación de menos de cinco millones de habitantes con 6.500 millones de dólares de deuda externa. Se entiende que el ex mandatario intentase por todos los medios, a lo largo del año pasado, evitar que el Parlamento le desposeyese de inmunidad.
Está por verse si Alemán, un jovial enfermo crónico, va finalmente a la cárcel o continúa en arresto domiciliario en el extravagante rancho construido con el fruto de su dedicación pública. Al desenlace no será ajena la Asamblea Nacional, controlada por sandinistas y liberales y donde la largueza del ex alcalde de Managua ha dejado huella entre sus leales; ni el sistema judicial nicaragüense, al que EE UU acaba de calificar de corrupto y politizado al anunciar la suspensión de la ayuda económica prevista para su modernización. Irónicamente, Washington apoyó a Alemán durante su presidencia y miró hacia otro lado cuando comenzó a desvelarse la magnitud de la rapiña.
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