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ELECCIONES EN RUSIA

La victoria de Rusia Unida en las legislativas fortalece el presidencialismo del sistema

La Constitución, que cumple 10 años, beneficia al Ejecutivo en perjuicio del Legislativo

Pilar Bonet

El avance de Rusia Unida, el partido creado e impulsado por el Kremlin, en las elecciones de ayer, dará al presidente del país más extenso del planeta aún más poder del que le concede la Constitución. Rusia es, en función de su Carta Magna, que cumple 10 años este mes, un país de corte presidencialista donde el poder está repartido en beneficio del Ejecutivo y en detrimento del Legislativo. Las competencias del presidente no sólo son inmensas, sino que están fuera de todo control, por lo que paradójicamente el mismo Ejecutivo se ve obligado a combatir sus propias arbitrariedades.

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La Constitución de 1993 dio tantas facultades al presidente porque se aprobó en circunstacias extraordinarias. La dualidad de poder que caracterizó los primeros años de la época postsoviética terminó en un enfrentamiento sangriento entre el presidente y el Parlamento de entonces. Después de aniquilar con los tanques al Sóviet Supremo, Borís Yeltsin quiso asegurarse de que la nueva Duma no le volvería a plantear problemas jamás.

Desde entonces son muchos los que hablan de la necesidad de reformar la ley fundamental rusa, que bloquea el desarrollo de los partidos políticos al no vincular la formación del Gobierno con los resultados de las elecciones legislativas.

Hoy en Rusia el presidente tiene prerrogativas para vetar las leyes, formar Gobierno y presentar iniciativas legislativas. Cargos claves del Gobierno, como son los titulares de Exteriores, Interior, Defensa, Seguridad y Situaciones de Emergencia se subordinan directamente al presidente, por encima del primer ministro.

Mientras tanto, el papel subordinado del Parlamento se traduce incluso en menudencias: la administración presidencial es la que gestiona las viviendas a los diputados, los coches, las vacaciones en los sanatorios y otros servicios sociales, incluida la tintorería, que, por cierto, funciona en la propia Duma. Los diputados dependen del Kremlin hasta en los sueldos, ya que es el jefe del Estado quien se los fija, equiparándolos a los de los ministros. Verdad es que el Legislativo puede, en teoría, cesar al presidente, pero el procedimiento es tan engorroso y pone tantas condiciones que es prácticamente inaplicable. Más fácil se presenta un voto de censura al Gobierno, pero los diputados temen utilizar esta facultad que puede convertirse en un boomerang, propiciando la disolución de la Cámara.

A Putin le parecieron insuficientes las enormes facultades de las que goza y desde que llegó a la presidencia comenzó un estrategia para ampliarlas aún más. El líder logró reforzar el poder del jefe del Estado mediante la reforma del Consejo de la Federación -el Senado ruso- y el control directo de los dirigentes de las 89 regiones: los gobernadores de provincias y los presidentes de las repúblicas que integran la Federación Rusa.

Putin consiguió cambiar el procedimiento de formación de la Cámara alta y rebajar su influencia: hoy los jefes de los Ejecutivos y Legislativos locales no sesionan en ella, sino que lo hacen sus representantes. Más aún, ahora el líder ruso puede, después de un proceso legal, cesar tanto a los gobernadores como a los presidentes regionales. Por si esto fuera poco, Putin dividió al país en siete distritos federales -cada uno de los cuales agrupa a varias provincias y repúblicas-, y al frente de ellos puso a sus comisarios, especie de virreyes que están por encima de los dirigentes regionales. De los siete jefes de esos distritos, cuatro son generales del Ejército y del Servicio Federal de Seguridad, el KGB soviético.

Los partidos en Rusia, a excepción del comunista, son débiles. Ello se debe, en gran medida, a la falta de tradición, pero también, según los especialistas, a la falta de incentivos del Ejecutivo, que no nombra jefe del Gobierno al líder del partido que gana en las legislativas. Muchos piensan que mientras esta situación no cambie, los partidos seguirán desempeñando un papel secundario en Rusia. En una sociedad democrática estructurada resultaría imposible que una organización política recién nacida obtuviera un éxito como el que logró hace cuatro años Toda Rusia, creada sólo unos meses antes de las legislativas para apoyar al Gobierno que entonces encabezaba Vladímir Putin. Hoy, Toda Rusia no existe y en su lugar ha surgido Rusia Unida, un partido proPutin de vago programa centrista y que ni siquiera ha participado en los debates televisivos durante la campaña, pero que se colocó como favorito de los comicios.

La Duma saliente estaba compuesta por representantes de siete partidos: el Comunista, con 84 diputados; Unidad, con 81; Patria, con 61 (en estas elecciones van juntos, pues se han fusionado en Rusia Unida), el Partido Popular, progubernamental nacionalista, con 43; la Unión de Fuerzas de Derecha, con 31; el liberal Yábloko, con 17; y el ultranacionalista Liberal-Democrático, con 14. El resto de los escaños estaba repartido entre grupos que no son partidos políticos: Regiones de Rusia, que defiende los intereses de las provincias, con 47; el Agroindustrial -de hecho, filial comunista-, con 31, y los independientes, que eran 16.

Marineros rusos salen de cabinas de votación, ayer en un colegio electoral en el puerto de Sebastopol.
Marineros rusos salen de cabinas de votación, ayer en un colegio electoral en el puerto de Sebastopol.REUTERS

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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