El largo viaje de las papeletas electorales
Unos 800.000 observadores de diferentes partidos políticos rusos controlaban ayer las etapas del largo viaje, no exento de peligros, que los votos realizaban desde su emisión en las nuevas urnas de plástico blanco, que han sustituido a las antiguas de terciopelo y madera, hasta su integración en los resultados finales en la Comisión Electoral Central.
De acuerdo con la ley de garantías a los electores, aprobada por la Duma saliente, los observadores de los partidos políticos participantes pueden exigir las actas de los colegios, pero este derecho no siempre se materializa en la práctica, según explicó el candidato Mijaíl Zadórnov, de la circunscripción 201 de Moscú. Ocurre que los observadores deben insistir en ocasiones categóricamente para obtener, o bien una copia oficial de las actas, o bien la firma y el sello del presidente del colegio en las actas que ellos mismos redactan.
Galina Dedeniova, presidenta de la comisión electoral de la circunscripción 201 de Moscú (casi medio millón de electores), admitía que no todos los colegios tenían fotocopiadoras para reproducir las actas y entregárselas a los observadores. De las actas, añadía, se hacen sólo dos copias oficiales, una de las cuales se la queda el colegio y la otra va a parar a la comisión territorial. A partir de aquí, los documentos en papel se transforman también en un documento electrónico, ya que justamente en este segundo eslabón, técnicos de la Comisión Central introducen las cifras en los ordenadores del llamado GAZ (Sistema Automatizado del Estado).
A la circunscripción, que es el nivel siguiente al territorial, llegan tanto los ficheros electrónicos como las actas de las comisiones territoriales. Los boletines físicamente "se quedan en un saco precintado en la comisión territorial, que sólo puede ser abierto en presencia del presidente del colegio", según Dedeniova. A diferencia de anteriores comicios, en éstos la falsificación electoral se castiga penalmente.
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