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Las mujeres 'rinden menos'

"El 23% de los chicos de 14 a 18 años cree justificado que las mujeres cobren menos", informó este diario ya hace tiempo y el hallazgo sigue siendo válido, pues maleable como es en nuestro tiempo la mentalidad social, tampoco lo es tanto que dé una vuelta de campana en uno o dos años. En realidad, la Complutense, que llevó a cabo el estudio, necesitó cuatro para alcanzar un jugoso boceto de esa interesante edad que es la adolescencia en la época actual. Escribo la adolescencia a secas porque según se nos informa, el estudio es extrapolable a otros países de desarrollo similar al nuestro, según revela la comparación con trabajos paralelos. Así que las mujeres deben ganar menos porque, válgame Dios, "rinden menos". En cuanto a la violencia física, el 12% de los machos en agraz opina que la mujer apaleada "algo habrá hecho" para merecerlo. En los hombres, ellas prefieren abrumadoramente la simpatía y la sinceridad. Ellos, el atractivo físico: son más básicos. Ni los unos ni las otras se distinguen por su conocimiento del mero nombre de mujeres relevantes ni saben nada de los movimientos feministas; dato que extraña menos, conocida la mala salud cultural de nuestro joven estudiantado.

Tan jóvenes y ya cavernícolas, recuerdo que me dijo alguien, dando obviamente por sentado que el prejuicio siempre es atribuible a falta de sesera. El tipo "out" en contraste con el tipo "in", separados al parecer por una franja de tierra de nadie. Pero ideas y sentimientos no son simplemente "modas", ni siquiera en una edad que vive en una tumultuosa tierra mítica presidida por la propaganda subliminal y la menos subliminal y la nada subliminal. Nada es lo que parece y nada parece lo que es, de lo que resulta una fragilidad del yo, susceptible así de que se le eche mano y vaya si se la echan. Izquierda y derecha contaminadas del guirigay del centro y todo en perpetuo flujo y en remolino perpetuo, que si el manipulador complica lo fácil, él gana.

Ese chico que confiesa confidencialmente o a voz en grito que la mujer debe ganar menos y que muchas hembras merecen el palo que se les propina, es un fósil institucionalizado si un día estampa su voto en ese sentido o si contamina a otros con su opinión. En su interior, no obstante, puede tratarse de un tipo más "in" que el individuo de la otra trinchera. El calibre intelectual de una persona no está taxativamente desvelado por los síes y los noes de un formulario estadístico. "El camino es siempre mejor que la posada", dicen que escribió literalmente Cervantes. Por supuesto, el interés no está en el punto de arribada, sino en el recorrido. A un cierto individuo le puede gustar un buen libro, un buen filme, un buen cuadro por las razones equivocadas. (A eso se debió, en su día, el relativo éxito popular del Quijote). Mientras tanto, a otro sujeto las mismas cosas le dejan frío por razones inteligentes. El ignorante no incide nunca, aunque a veces coincide. Y así es como la estadística se salta matices decisivos y eso es aceptable si el propósito se limita a la constatación de un hecho, concretamente, de un estado de opinión.

Comulgar con una colección de tópicos desfavorables a la mujer -ya que estamos en ello- es a menudo tan simplón como comulgar con una serie de tópicos favorables. El dato estadístico a palo seco es así manipulable con fines bastardos. La igualdad política y social de hombres y mujeres es íntimamente rechazada por muchos hombres que, sin embargo, se avergonzarán de decirlo e incluso ocultarán sus verdaderos sentimientos cuando, como en el caso que nos ocupa, la estadística haya sido elaborada mediante entrevista personal. Afirmar que la mujer rinde menos en el trabajo no es, en muchos casos, fruto de una convicción, sino la expresión de un profundo descontento, de un malestar difuso y mejor o peor localizado, cuando se sospecha a sí mismo, que ni siquiera esto es frecuente. De igual modo, el entusiasta de la igualdad de la mujer a menudo es un sujeto que no predica con el ejemplo (cuántos de ellos hurtan el cuerpo a las tareas del hogar) y que no sufre la competencia femenina en el puesto de trabajo. En ese légamo se mueven con soltura los seres sin carga histórica, los frívolos sin saberlo, aquéllos cuyo pasado se remonta tan solo a sus primeros recuerdos personales. De ahí que la carcundia sorprenda a veces con una notable "generosidad" ética y estética, mientras el puritanismo pesa como una losa conflictiva sobre tantas conciencias bien amuebladas. Historias del subsuelo. El conjunto de creencias y valores de una cultura le son transmitidos al individuo por la familia, la escuela y, en nuestros días, sobre todo por el entorno mediático, pero cabe hablar de una predisposición más o menos densa y que guarda parentesco con el núcleo de la filosofía de Platón, las ideas innatas negadas por Locke y reivindicadas en nuestros días por Chomsky. Si no he entendido mal, algunos biólogos estudiosos del cerebro humano, empiezan a hablar de algo que en lenguaje literario llamaríamos "resonancias". O una predisposición para las mismas no homogéneamente repartida. Cuanto menor sea la predisposición, menor será el prejuicio y por ende, mayor la dificultad para alcanzar la edad de la razón, la del juicio.

Me refiero, naturalmente, al sistema de valores, a las creencias y en última instancia a las ideas. El cristianismo ha impregnado profundamente la cultura occidental y en el cristianismo la mujer que concibió a Jesucristo lo hizo sin intervención de varón. Mito hoy para la mayoría, verdad para los menos, lo innegable es la tremenda carga simbólica de este episodio de la historia sacra. La tecnología y su concomitante sistema económico socavaron primero y luego destruyeron en pocas décadas lo que fuera sustento espiritual de una civilización durante muchos siglos. Ha sido un cambio comprimido brutalmente en el tiempo histórico. No discuto que la verdad nos hace libres, pero incluso la verdad tiene que someterse a un ritmo adecuado de cambio. De lo contrario, la creencia se agazapa en un estrato profundo de la conciencia y desde allí siembra el terror en forma de la que el sujeto no es consciente. Por ejemplo, afirmando que la mujer rinde menos en el trabajo y que si recibe algún palo algo habrá hecho para merecerlo.

Manuel Lloris es doctor en Filosofía y Letras.

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