Víctimas de Franco
Usted, yo: aquél, aquélla. Incluso los que protestan contra el homenaje a las víctimas de Franco, los zombis del PP, son sus víctimas. No hablo del sufrimiento directo, del muerto y sus supervivientes de vida amargada y dura; ni del exilio, ni de los todavía rotos por palizas y cárceles. Estoy hablando de los de aquí y ahora, privados de un país que estaba siendo algo grande, un país donde había verdadera cultura y una civilización política, constitucional: que iba al mismo paso. Estoy hablando de cuarenta años de coacción sobre aquello para meterle supersticiones, mala poesía de luceros y hogueras, glorias a los viejísimos reyes de puñaladas en la espalda, santos que hicieron famosa la histeria como mística, sueños de guerras y de imperios. No hablo de cultura como especulación mental, que es necesaria cuando busca verdades: hablo de cultura sindical y de partidos, de libertad de pensamiento, de llamaradas para la religión vetusta, vengativa, viciosa; hablo de una recuperación primaria de la mujer -el voto para ella, las primeras grandes feministas, las revolucionarias-, de una enseñanza que se pretendía limpia. De una Universidad con sabios de los que sabían transmitir y esclarecer; y de una manera de buscar un nuevo equilibrio de la riqueza. De la nueva versión de los campos inmensos abandonados por los propietarios, que los habían reconquistado, y de la agricultura que unía los latifundios, y de la nueva industria.
Se celebraba en el Congreso el 1 de diciembre un homenaje a las víctimas de Franco con unidad de todos los partidos excepto del PP, al que le daba igual porque era un "revival de naftalina", según su portavoz Luis de Grandes (que pronuncia "rivaival"). Ingeniosa frase de ignorancia supina. Y digo yo que no son sólo los que murieron y los que difícilmente salieron adelante, sino todos nosotros, sometidos a este empobrecimiento colectivo de un país cuya fuerza política continúa la obra de Franco. Demoledora. Y se coloca de cola de león: si aquél lo fue del hitlerismo, éste lo es de Bush y sus mesnadas colonizadoras. Vuelven las supersticiones, los más viejos escudos militares, las banderotas y las palabras heroicas para recibir los cadáveres de los caídos por Dios y por España.
(Ignorancia supina: 1. f. La que procede de negligencia en aprender o inquirir lo que puede y debe saberse. ~ no quita pecado. expr. 2. U. para explicar que la ignorancia de las cosas que se deben saber no exime de culpa. Academia).
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