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Columna
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Verde y con asas

Para demostrar la compatibilidad lógica entre la decisión de rechazar rotundamente el plan Ibarretxe y la actitud de criticar con idéntico énfasis una reciente y abusiva maniobra parlamentaria del PP, ideada con el fin de introducir a matacaballo y de contrabando en el Código Penal dos nuevos delitos dirigidos contra el lehendakari Ibarretxe y el presidente del Parlamento vasco, no es preciso invocar la máxima atribuida a Scott Fitzgerald: "La prueba de una inteligencia de primera clase es su capacidad para albergar dos ideas opuestas al mismo tiempo y sin embargo continuar funcionando". En este caso bastaría con negarse a seguir el ejemplo del presidente Gerald Ford, incapaz al parecer de caminar y mascar chicle al mismo tiempo.

El ministro de Justicia, que disfruta como un niño en Navidad cuando anuncia los abundantes endurecimientos del Código Penal de 1995 (bajo el mandato de Aznar ya van más de 200 modificaciones del texto), mostró alegremente el pasado viernes a los periodistas un divertido rompecabezas. El grupo del PP presentará en el Senado el 11 de diciembre una enmienda a una ley orgánica que modifica el texto de la Ley del Poder Judicial en aspectos relacionados con la Demarcación y Planta Judicial y que acompaña a la Ley de Arbitraje: el propósito de esa barroca maniobra es meter en el Código Penal los artículos 506 bis, 521 bis y 576 bis. La fraudulenta utilización del procedimiento parlamentario para colgar una reforma criminal de una norma de otra naturaleza impide el debate en el Congreso y evita los dictámenes del Consejo de Estado y del Consejo General del Poder Judicial. Esos nuevos tipos delictivos castigan con la cárcel a cualquier autoridad que convoque consultas populares por vía de referéndum sin las competencias requeridas o que suministre fondos presupuestarios a agrupaciones ilegales o a partidos disueltos. Verde y con asas: no hay que ser un lince para descubrir que el lehendakari Ibarretxe y el presidente Atutxa son los futuros reos amenazados con penas de entre tres y cinco años.

Esta reforma del Código Penal realizada de tapadillo y mediante un procedimiento corsario desborda el vaso de las humillaciones inferidas por el Gobierno a las Cortes durante las dos últimas legislaturas. ¿Cuál es la extrema y urgente necesidad que ha empujado al Ejecutivo a vejar de esta forma al Legislativo? Con la deferente condescendencia que el augusto de cara enharinada emplea para explicar al payaso torpe alguna obviedad de sentido común, el ministro Michavila contó a los periodistas que la reforma colma una laguna del Código Penal. Ni siquiera esa coartada vale: según la mayoría de los juristas, existen ya preceptos penales que castigan la eventual convocatoria de un referéndum ilegal o la entrega de fondos presupuestarios a asociaciones ilegales.

Esa reforma superflua persigue en realidad otros propósitos: de un lado, asustar a los presuntos incriminados; de otro, calentar la campaña electoral. Pero la tentativa de intimidar a Ibarretxe y Atutxa se puede volver en contra del Gobierno: el breve encarcelamiento de Sabino Arana en 1902 por su telegrama al presidente Roosevelt serviría de modelo -más que las largas estancias en prisión de Gandhi, Nehru o Mandela- a los eventuales cautivos. Y la utilización propagandística de la irregular reforma penal para ganar votos en el resto de España tal vez resulte eficaz a corto plazo pero constituye una obscena manipulación del drama del País Vasco.

En cualquier caso, el ventajismo electoralista del Gobierno del PP no debería servir como pretexto a los demócratas para debilitar su rechazo al plan Ibarretxe, que lleva en su seno las semillas de la limpieza étnica dentro de la Comunidad Vasca y que proporciona al terrorismno renovados pretextos relacionados con las reclamaciones territoriales irredentistas respecto a Navarra, el país vasco-francés y hasta el enclave de Treviño. La moraleja de la máxima ya citada del autor de El gran Gatsby -a favor siempre de las causas perdidas, según su biógrafo Scott Donaldson (Hemingway contra Fitzgerald, Siglo XXI, 2002)- resulta adecuada para animar a los defensores de las libertades y de los derechos humanos en el País Vasco cuando les asalte el pesimismo: "Uno debería ser capaz de saber que las cosas no tienen remedio y estar, sin embargo, dispuesto a cambiarlas".

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