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Reportaje:ELECCIONES EN RUSIA | El poder del presidente

Putin contra Putin

El líder ruso afronta los comicios parlamentarios con una enorme popularidad

Pilar Bonet

Vladímir Putin se acerca al desenlace de su primer mandato presidencial con una enorme popularidad que emplea para respaldar a las partidos con los que desea convivir tras las elecciones del 7 de diciembre, en las que se elegirá a los 450 diputados de la cuarta Duma poscomunista de Rusia. Si consigue una mayoría para reformar la Constitución (un mínimo de 300 legisladores), el presidente, sobre cuya reelección en marzo de 2004 hay pocas dudas, tendrá una oportunidad única de dejar su impronta en Rusia. A pesar de los casi cuatro años que lleva en el poder, el antiguo espía de 51 años conserva aún su capacidad de sorprender a sus conciudadanos.

El viernes, tras la última sesión de la Duma (2000-2003), Putin elogió a Rusia Unida (RU), la fuerza leal que, en su opinión, ha sido la responsable del balance positivo del Parlamento. El presidente no se limitó a apoyar a un partido del que no es miembro, sino que extendió su amparo a otros. Después, la televisión le mostró reunido con Grigori Yavlinski, el dirigente del partido liberal Yábloko, que se balancea en torno al crítico listón del 5%. El Kremlin indicaba así que no quiere perder el componente liberal de la política rusa, hoy de capa caída ante la recaída autoritaria. Pretende así evitar que Occidente se alarme sobre el futuro de la democracia si Yábloko no entra en la Duma.

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A juzgar por los sondeos del centro de opinión pública de Yuri Levada, el 78% de los rusos confía en Putin y el 13% desconfía de él. La dentención del magnate petrolero Mijaíl Jodorkovski no ha empañado la imagen del presidente, cuyo punto débil sigue siendo la guerra de Chechenia, según el 63% de los encuestados. Para bien o para mal, las tensiones en torno a Jodorkovski han abierto fisuras en la máscara profesional de espía, para lo que Putin fue educado.

Desafío al poder

La insinuación de que los periodistas están vendidos, la violenta forma de pasar las páginas, la advertencia destemplada a dos ministros que cuchicheaban mientras él hablaba indican que al líder le cuesta a veces controlar los nervios e inducen a pensar que el caso Jodorkovski tiene un componente personal. Con sus demandas de una gestión transparente, el empresario desafiaba las bases del poder.

Jodorkovski ha tenido sus lobbistas en diferentes partidos del Parlamento, incluido el comunista, pero lo mismo puede afirmarse de la otra gran petrolera rusa, Lukoil, y de los monopolios estatales como el de electricidad, dirigido por Anatoli Chubáis, que utiliza a la Unión de Fuerzas Democráticas, de Borís Nemtsov, como correa de transmisión en la Duma. A diferencia del Kremlin, que consigue hacer pasar todas sus iniciativas, ninguna de las empresas lobbistas puede, por sí sola, imponerle su voluntad al Parlamento, dada la creciente complejidad de intereses. Los analistas veteranos admiten, no obstante, que algunas votaciones reñidas son "financiadas" con fondos privados y del Estado.

La democracia en Rusia tiene un largo camino por recorrer, porque a la debilidad de las instituciones se une el miedo al autoritarismo y las nuevas tentaciones económicas. Tras el acaloramiento inicial, los empresarios han mostrado poca solidaridad con Jodorkovski, en parte por temor a que la fiscalía se fije también en ellos. El día de la detención del petrolero, Chubáis se mostró elocuente, pero, según fuentes próximas al Ejecutivo, se moderó después de una inspección en una sus filiales regionales y de una llamada de Putin.

La Duma que acaba de concluir su mandato ha sido el primer Parlamento estatal postsoviético que ha mantenido una relación armoniosa con el Kremlin. Desde la Administración Presidencial, Valeri Surkov trabaja con los grupos centristas leales a Putin y les indica cómo tienen que votar. El Kremlin retuerce el brazo a la Duma o le envía leyes caóticas como la de ciudadanía. Pero también trabaja de forma constructiva: el jurista petersburgués Dimitri Kózak, primer vicejefe de la Administración, goza de respeto en la Cámara.

Con todo, el Estado de Putin está marcado por la idea de un control centralizado, que se reafirmó en la reforma del Consejo de la Federación en 2000. La Constitución de corte presidencialista de 1993 no prevé que el Gobierno deba formarse según el resultado electoral. Putin, no obstante, quisiera tenerlo en cuenta al formar el próximo Gabinete, pero nadie le va a presionar, mucho menos si el presupuesto sigue teniendo superávit como en los últimos tres años.

Un cartel electoral del presidente de Rusia, Vladímir Putin, en una calle de Moscú.
Un cartel electoral del presidente de Rusia, Vladímir Putin, en una calle de Moscú.P. B.

Prioridad: vivienda y salud

Para comprender qué preocupa a los rusos y qué esperan de su Parlamento no hay que ir a la Rusia profunda. La defensa de derechos básicos como vivienda y sanidad es actual en la circunscripción más elitista del país, el "distrito universitario 201" de Moscú, sede de la mayoría de las instituciones de enseñanza superior de la capital, incluida la Universidad Estatal y la Academia de Ciencias. Esta corresponsal pudo comprobarlo en una visita al diputado de la Duma estatal Mijaíl Zadórnov mientras éste atendía a los electores siguiendo una tradición soviética que ayuda a los representantes populares a mantener el contacto con el ciudadano de a pie. Zadórnov, un brillante economista que llegó a la Duma en 1993 y fue ministro de Finanzas de 1997 a 1999, es uno de los más prestigiosos legisladores de Rusia en su especialidad. Ahora trata de revalidar su escaño por el partido liberal Yábloko, con el apoyo de la Unión de Fuerzas de Derechas. Según las encuestas, es el favorito entre los 450.000 electores de la circunscripción 201.

En una tarde febril, Zadórnov recibe a casi medio centenar de personas que exponen sus cuitas en turnos de 10 minutos. La mayoría está relacionada con la vivienda, en particular con la demolición de las piatietazhki, los bloques de apartamentos populares construidos en época de Nikita Jruschov, y el traslado de sus moradores "de una zona donde el metro cuadrado cuesta 1.300 dólares a otra del extrarradio donde vale 400 dólares".

La alcaldía de Moscú, que hace negocio con los terrenos desalojados, impide con restrictivas medidas que quienes han privatizado sus viviendas puedan privatizar también el suelo donde se asientan. En su codicia, el Ayuntamiento cercena terrenos que fueron patrimonio de entidades jurídicas antes de que éstas puedan reaccionar. La Administración central de Moscú, que dirige el alcalde Yuri Luzhkov, uno de los líderes de Rusia Unida, se ha quedado con las riendas de la especulación inmobiliaria. Según Zadórnov, el número de comunidades de vecinos que han registrado la propiedad del suelo se cuenta con los dedos de la mano.

Algunos ciudadanos piden ayuda a Zadórnov para obtener las medicinas gratuitas (600 medicamentos) a las que en teoría tienen derecho. "La gente espera dos o tres semanas y al final se cansa y acaba comprándoselas con su dinero", dice el diputado.

Zadórnov afirma que sus carteles desaparecen de los patios y expresa temor a que las presiones sobre los candidatos no pertenecientes al partido presidencial socaven la democracia en Rusia. "Hasta el 20% del electorado puede votar contra todos los candidatos", dice, citando encuestas de su barrio.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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