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Reportaje:

Bosnia, ocho años de ingeniería política

En este país, tutelado en lo político y subvencionado en lo económico, pervive la rivalidad entre las tres nacionalidades

Miguel Ángel Villena

Algunos bosnios con humor definen a su Estado, surgido de los acuerdos de paz de Dayton en 1995, como un país con tres nacionalidades (bosnio-musulmanes, serbios y croatas), cuatro religiones (islámica, católica, ortodoxa y judía) y... un millón de problemas. Se trata de una parodia de la propaganda del régimen comunista en la antigua Yugoslavia, una república federal que saltó por los aires tras las guerras de los noventa.

En tono también irónico y como muestra de la pervivencia de las rivalidades, los extranjeros que viven en Sarajevo confiesan que han aprendido tres idiomas por el precio de uno, ya que las tres nacionalidades han acentuado las variantes dialectales de una misma lengua, el serbocroata, para imponer una triple cooficialidad lingüística. "Las heridas físicas se han cerrado en Bosnia-Herzegovina, pero las del alma tardan mucho en cicatrizar", comenta Rosa Elcarte, coordinadora de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) para los Balcanes. "El diseño de futuro del país fue un invento internacional de ingeniería política. Esperemos que funcione", apostilla esta antigua pediatra que bascula entre el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad.

El 60% de los jóvenes quiere emigrar al extranjero, según las encuestas

Ocho años después del final del conflicto más sangriento que ha devastado el suelo europeo desde la II Guerra Mundial, las calles de Sarajevo apenas ofrecen huellas de la encarnizada lucha que se libró entre 1992 y 1995 entre los sitiadores serbios y los defensores musulmanes y croatas. La ciudad, destino turístico en los años ochenta y sede de los Juegos Olímpicos de Invierno en 1984, presenta un saludable aspecto desde el precioso barrio otomano hasta el elegante ensanche de la época austrohúngara. Cafés, tiendas, bancos, mezquitas, iglesias y sus ya centenarios tranvías hacen olvidar los destrozos de la guerra, sólo visibles en algunos barrios periféricos. Grúas y obras de reforma indican por todos los rincones que la reconstrucción sigue en marcha. Unos 40 organismos internacionales, con la ONU y la UE a la cabeza, se han implicado en la posguerra bosnia para frenar el estallido de nuevos conflictos.

Pero las fachadas rehabilitadas ocultan un 40% de paro, falta de oportunidades para los jóvenes y la pervivencia de rivalidades entre las tres nacionalidades o pueblos constituyentes, como definen los acuerdos de Dayton a musulmanes, croatas y serbios.

Bosnia es desde hace ocho años un país cosido con alfileres, tutelado en lo político y subvencionado en lo económico. Entretanto, el 60% de los jóvenes quiere emigrar al extranjero, según las encuestas, y apenas dos o tres grandes fábricas han reanudado su actividad en un país lastrado por la herencia de medio siglo de comunismo. "La iniciativa privada brilla por su ausencia", señala un embajador de la UE en Sarajevo, "y ese impulso tiene que venir desde el exterior". El papá Estado ha sido sustituido por la ayuda internacional.

Alem Selimovic tiene 30 años, participó en la guerra como soldado con apenas 18 y tuvo que interrumpir sus estudios. Hoy se gana la vida con trabajos esporádicos como dibujante y resume el drama de su generación: "Estamos hartos de los políticos y de las continuas referencias a la guerra pasada. Los jóvenes pasan de política y eso quedó demostrado con la elevada abstención juvenil en las pasadas elecciones, que volvieron a consagrar la hegemonía de los partidos nacionalistas (SDA entre los musulmanes, HDZ entre los croatas y SDS entre los serbios). Sólo nos preocupa cómo buscarnos la vida y llevarnos algo de dinero al bolsillo. Mi generación está perdida y no encuentra futuro en este país".

¿Qué pasará cuando cierre sus puertas la Oficina del Alto Representante de Naciones Unidas (OHR, en sus siglas en inglés), que ahora dirige el ex líder liberal británico Paddy Ashdown? Nadie lo sabe. Los funcionarios de la OHR están convencidos de que la misión terminará en un par de años y que más tarde la UE se ocupará de apoyar el despegue de este país que mira al club de Bruselas como el paraíso. Pero antes hay que construir un Estado de derecho. Ashdown ha sido muy taxativo al respecto: "En Occidente se suele pensar que lo que más necesita un país que acaba de sufrir una guerra son elecciones. Ondead la bandera de la democracia, dejad que voten y todo irá bien. Pero en Bosnia ya se han celebrado muchas elecciones en todos los niveles y lo más importante, en definitiva, es imponer la ley y el orden".

Asegurada la estabilidad y garantizada la paz con la presencia de miles de tropas de la OTAN, el reto pasa porque funcione unido un país que actualmente cuenta con dos entidades políticas (la Federación croato-musulmana y la República Serbia de Bosnia), dos banderas, dos ejércitos y una desmesurada burocracia para contentar a las tres partes. "Dos de las tres nacionalidades se niegan a construir un país porque creen que sus verdaderas patrias están en Croacia o en Serbia. Sólo los bosnio-musulmanes defienden de verdad Bosnia-Herzegovina en su actual configuración. Así resulta difícil construir un futuro", dice un alto funcionario de la ONU en Sarajevo.

Europa es el sueño de los casi cuatro millones de bosnios más allá de ideologías, religiones o edades. Baste decir que el PIB apenas alcanza la mitad del que Bosnia tuvo antes de la guerra. Nadie cree que el país pueda acceder a la UE antes de una década,pero como dice el embajador de España en Sarajevo, Rafael Valle, "en cualquier caso, este país ha mejorado mucho en ocho años y ha pasado de la posguerra a la transición. Ahora toca ayudar para que vuele solo".

Reconstrucción del puente de Mostar (90 kilómetros al sur de Sarajevo), destruido en la guerra.
Reconstrucción del puente de Mostar (90 kilómetros al sur de Sarajevo), destruido en la guerra.AP

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