Soldados de EE UU ametrallan por error a dos niñas iraquíes
Fátima y Adra, de 12 y 10 años, murieron durante una operación contra la resistencia
"Esto es un crimen. Pedimos a Dios que tome su decisión con la gente que lo ha hecho", afirma Hussein Ali Sehel, mientras agita su dedo en el aire. No está claro si sus palabras deben interpretarse como una amenaza o una expresión de fe religiosa. Hussein es el tío de Fátima y Adra, dos niñas de 12 y 10 años que el jueves murieron ametralladas por tropas de EE UU en la aldea de Nahar Al Aswad (Río Negro), a unos 80 kilómetros al norte de Bagdad.
Los medios de comunicación llevan el registro de las bajas norteamericanas en Irak. Ayer se contabilizó la número 184 desde que el pasado 1 de mayo el presidente Bush dio por concluidos los principales combates. Fue un soldado de la 101 División Aerotransportada alcanzado en un ataque con cuatro granadas de mortero en Mosul. Pero nadie lleva la cuenta de los iraquíes muertos. Se pierden en un agujero negro desde el que raramente trascienden a la opinión pública. Como Fátima y Adra.
A primera hora de la tarde de ayer ya estaban enterradas y el único rastro que quedaba de ellas era un charco de sangre bajo un arbusto. "Aquí murió Adra y unos metros más allá, entre la maleza, encontramos el cuerpo de Fátima, con la cabeza destrozada y heridas en el vientre y las piernas. Sin duda trató de esconderse", señala Hussein, rodeado por los dos hermanos de las niñas, Qusai, de 19 años, y Hamza, de 8.
Sólo una carretera separa la casa de los Ali del antiguo aeropuerto Ibn Firnas, convertido en base estadounidense. A las cuatro de la tarde del jueves, una columna de blindados pasó por delante de la aldea. Minutos después, uno de los carros regresó y se escucharon tres ráfagas de ametralladora en dirección a la zona donde estaban las hermanas, a quienes su madre había enviado a recoger leña. "Intentamos acercarnos, pero rodearon nuestras casas y nos apuntaron para impedirnos salir. Mi cuñada gritaba que la dejaran buscar a las niñas, que estarían asustadas y no volverían si no escuchaban su voz. Comentaron que estaban buscando a dos hombres armados y, cuando hallaron a Fátima, una mujer de uniforme le dijo a un soldado negro: ¿Dónde están? ¿Era esto lo que buscábamos?"
A las ocho de la tarde, los militares se retiraron llevándose consigo a Fátima, que estaba malherida y falleció en el hospital de la cercana ciudad de Baquba. Pese a la prohibición de circular de noche, los vecinos salieron en busca de Adra. Cuando la encontraron llevaba varias horas muerta. "Si nos hubieran dejado socorrerlas antes, alguna podría haberse salvado", dice su tío. Ayer por la mañana, la policía iraquí entregó los dos cadáveres a la familia. El multitudinario funeral se convirtió en una manifestación de protesta contra la actuación de EE UU en Irak.
Los vecinos aseguran que no se oyó ningún disparo ni ruido extraño antes de que el tanque abriera fuego, aunque admiten que el aeropuerto ha sido atacado varias veces y los norteamericanos están muy nerviosos. "Los atacantes vienen de fuera, pero las represalias las pagamos nosotros. Disparan a los inocentes y dejan escaparse a los culpables", afirma Masud Yassin, amigo de la familia.
Los Ali son campesinos y tienen un huerto de cuatro hectáreas junto a la carretera. Desde el primer momento, las relaciones con sus nuevos vecinos norteamericanos han sido conflictivas. Hace tres meses, Hassan, padre de las dos niñas, fue detenido por tropas de EE UU. Hasta hace una semana, su esposa ignoraba su paradero. Aún no ha podido comunicar con él ni sabe de qué se le acusa.
El mando norteamericano aún no les ha dado el pésame, pero el jueves por la noche, explica Hussein, un vehículo militar se acercó a la aldea para pedir disculpas por megafonía. Ayer, preguntado por EL PAÍS, el oficial de relaciones públicas de la base declinó informar de lo ocurrido, alegando que está "bajo investigación".
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