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Entrevista:COSTA-GAVRAS | Director | ESTRENO | 'Hanna K.'

"El arte debe plantear cuestiones sin plantear respuestas"

Veinte años han tenido que transcurrir para que pueda verse en España esta película del director de cine greco-francés Costa-Gavras. Se trata de Hanna K., un filme rodado en 1983 que plantea con extraordinaria crudeza el conflicto entre palestinos e israelíes. En la primera escena de la película, unos soldados judíos proceden a dinamitar la vivienda de un palestino en la que sospechan que se esconde un terrorista de esta nacionalidad. En suma, una escena demasiado cotidiana en cualquier informativo de las televisiones de todo el mundo, que Costa-Gavras reflejó en Hanna K. con dos décadas de adelanto.

El filme se estrenó en su día en Francia (soportando amenazas de bomba en algunas salas) y durante una semana en Estados Unidos. Después, Hanna K. desapareció de los circuitos comerciales convirtiéndose en una película maldita de la que rara vez se hablaba, hasta que, a finales del pasado octubre, se presentó en la Semana Internacional de Cine de Valladolid, en la que Costa-Gavras ofreció su versión de los avatares de este filme, que ahora se estrena en Madrid y Barcelona.

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Pregunta. ¿Es cierto que Hanna K. no pudo exhibirse en todo el mundo porque los derechos de la misma fueron comprados por un lobby judío que no quería que se exhibiera?

Respuesta. Reconozco que en torno a Hanna K. se ha creado una cierta mitología que se parece mucho a eso que me cuenta, pero yo no tengo ningún elemento que asegure que es así, por lo que prefiero no hablar del tema. En ocasiones hay películas que no gustan a la gente, aunque de todas formas conviene recordar que ésta se estrenó en Francia, pero no llegó a las pantallas de Estados Unidos, a pesar de que los estudios Universal pagaron un millón de dólares por los derechos para exhibirla.

P. ¿Por qué cree que vuelve ahora Hanna K. a las pantallas?

R. Pienso que lo hace porque el tema que aborda es siempre actual, sigue siendo moderno. Se trata de las relaciones entre palestinos e israelíes, de la necesidad de los primeros de recobrar sus tierras y sus casas. Es evidente que han pasado muchas cosas en ese conflicto desde que fue rodada la película, empezando por el acercamiento que se produjo entre unos y otros a través de las personas de Arafat e Isaac Rabin, con el propósito de buscar soluciones que permitieran vivir en paz a los dos países. Pero el asesinato de Rabin supuso un claro empeoramiento de las relaciones, hasta llegar a este punto en el que nos encontramos, en el que la situación es tremenda, peor que nunca.

P. ¿Cree entonces que su película no ha envejecido?

P. Además de contar los hechos, ¿intentaba transmitir algún mensaje al espectador?

R. No, no. La idea del mensaje no me gusta, porque pienso que el arte no debe dar mensajes, sino plantear cuestiones sin ofrecer respuestas. En este caso, por ejemplo, basta con preguntarse si es lícito que un pueblo usurpe las casas y las tierras de otro, o comprobar cómo viven ambos sumidos en la violencia, y si vale la pena intentar convivir. Ésas son las preguntas, y las respuestas tienen que surgir de cada espectador.

P. En su película, ¿quiénes salen peor parados: los palestinos o los israelíes?

R. No es una película de buenos y malos. Pasa, simplemente, que uno es mucho más fuerte que el otro. Pero, además, no hay que olvidar que el pueblo judío, que fue masacrado en Europa en cierto momento, eligió para establecerse en paz otro país que ya estaba ocupado por personas que tenían sus derechos. Un pueblo sin país debería haber buscado un país sin pueblo, pero no fue así. Pero los árabes también se equivocaron cuando negaron el derecho del pueblo judío a tener su propio territorio. Todas estas circunstancias han creado una situación aparentemente imposible de resolver, que tuvo su momento de esperanza cuando Arafat y Rabin empezaron a negociar, olvidando lo negativo del pasado y construyendo juntos un futuro en paz.

P. ¿Y cree que este conflicto tiene todavía solución?

R. Siempre hay solución. Sin hacer paralelismos directos, ahí tenemos el caso de Francia y Alemania, separadas por tres guerras y millones de muertos, y ahora es Chirac el que representa en algún foro europeo al primer ministro alemán. ¿Quién podía imaginar esto hace 50 años?

P. ¿Cree que el cine político sigue interesando como lo hizo un par de décadas atrás?

R. Todo el cine es político, porque cuando vemos una película en la que un protagonista musculoso y armado con un bazuca pretende resolver los problemas del mundo, estamos ante un filme político, pero con la diferencia de que yo hago preguntas y ellos pretenden dar soluciones. Como políticas eran aquellas películas americanas que consumíamos en los cuarenta y cincuenta los de mi generación, en las que siempre aparecían grandes coches y casas espectaculares. Aquella fantástica sociedad estadounidense que veíamos en la pantalla era un reflejo político. Para mí, las películas de Esther Williams eran las más políticas que he visto porque yo, un joven griego, viéndolas, quería ser americano, ya que pensaba que allí todos podíamos ser como ella.

P. ¿No siente la necesidad de contar cómo ha cambiado América y el resto del mundo después de los sucesos del 11 de septiembre en una película?

R. Sí, pero lo que está pasando ahora es todavía actualidad; una actualidad que vemos cada día por la televisión, y el cine debe alejarse de la inmediatez, tomarse su tiempo. Además, creo que para contar lo que sucede en la Administración americana del señor Bush se necesita del talento de un Buster Keaton o de un Charles Chaplin.

Costa-Gavras.
Costa-Gavras.AFP

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