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Al final formarán Gobierno

Francesc de Carreras

Apenas digeridos los resultados electorales, queda por resolver el interrogante de la composición del Gobierno. Las distintas opciones que se barajan son ya conocidas. La clave principal, como también es sabido, radica en la actitud de ERC. Pero también cuentan las posiciones y los intereses de los otros partidos, a excepción del PP, naturalmente.

En este artículo no voy a tratar -como han hecho otros compañeros en estas mismas páginas- de argumentar a favor de mi opción personal preferida, sino de lo que previsiblemente sucederá a la luz de los resultados del pasado día 16. Examinaremos, por tanto, los principales elementos a tener en cuenta.

En primer lugar, CiU hará todo lo que esté a su alcance para seguir en el Gobierno de la Generalitat ya que probablemente en ello le va la supervivencia. En efecto, la pérdida de este centro de poder reduciría su influencia a unos pocos ayuntamientos de tamaño medio y a algunas diputaciones. Las divergencias en su seno aumentarían enormemente si pasara a la oposición, con el peligro real de que una parte del sector más nacionalista se desviara hacia ERC (siguiendo la estela premonitoria de Pere Esteve), otros se acercaran al PP, mientras que unos terceros abandonaran, decepcionados. Desde las elecciones, además, su moral ha experimentado una enorme subida y le ha dado legitimidad para optar, como primera fuerza, a la presidencia de la Generalitat.

En segundo lugar, examinemos las alternativas de ERC cuyos buenos resultados electorales le han convertido, como ya hemos dicho, en la clave de la futura gobernabilidad catalana. Dos aspectos deben destacarse principalmente: los deseos de sus votantes y sus propios intereses de futuro.

El voto a ERC ha tenido tres componentes esenciales: primero, el de su electorado habitual, preferentemente nacionalista y, sólo de manera muy secundaria, de izquierdas; segundo, un voto nuevo que hasta estas elecciones iba a parar a CiU -quizá en las últimas autonómicas se abstuvo- y que ahora se ha desplazado al partido de Carod para que Convergència no tuviera que volver a pactar con el PP; tercero, un elector nuevo o antiguo votante socialista que pretende desplazar a CiU del Gobierno de la Generalitat y que votó a ERC para formar un frente de izquierdas que reforzara al sector catalanista del PSC. Es difícil evaluar las proporciones de estos tres componentes, pero parece claro que el último tiene una dimensión mucho menor que la suma de los dos primeros.

El éxito, probablemente, está desbordando a ERC. La equidistancia le ha dado excelentes resultados electorales, pero en estos momentos la sitúa en una posición comprometida: alguna parte de sus votantes quedará descontenta por la actitud que tome al decidir con quién pactan, tanto si es con CiU como si es con el PSC e ICV. La ambigüedad calculada tiene ventajas e inconvenientes. Lo lógico, sin embargo, es que Carod intente reducir al máximo el número de descontentos entre sus votantes, y ello afecta al tercer componente y le conduce claramente a preferir un pacto con CiU.

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No es tan claro, en cambio, que los intereses de futuro de ERC pasen por un Gobierno presidido por Artur Mas. Probablemente, Carod hubiera preferido un Gobierno con el PSC para que CiU se fuera debilitando y dividiendo en la oposición para facilitar así a ERC el sorpasso que necesita para quedar situada como el partido de referencia del nacionalismo catalán. Pero los resultados han dificultado esta salida. Abandonando su idea de "Gobierno de concentración nacional", mera excusa que nadie -ni ellos mismos- creía posible, ahora propone un Gobierno a tres: CiU, PSC y ERC. Inteligentemente, los negociadores de CiU se han mostrado de acuerdo sabiendo que ello no es posible ya que el PSC no querrá por dos razones evidentes: no es presentable querer el cambio y pactar con Convergència, y tampoco es presentable dejar de lado a ICV. Se trata, por tanto, de un simple farol de póquer sin consecuencias. Carod ya ha dicho que quiere participar en un Gobierno estable que dure cuatro años, y un Gobierno con esta composición tripartita quedaría totalmente pendiente de la situación del PSOE tras las elecciones de marzo. Por tanto, aunque le resulte incómodo, también por esta razón Esquerra se encuentra abocada a un Gobierno de coalición con CiU.

Finalmente, hay un tercer factor que impide a ERC pactar con la izquierda: el ligamen que se quiera o no une al PSC con el PSOE. Uno de los eslóganes preferidos de los partidos nacionalistas catalanes ha sido acusar al PSC de partido sucursalista, de partido cuyos intereses dependen de otro partido supuestamente foráneo. Pues bien, un pacto de ERC con el PSC suministraría a CiU el argumentario principal de su política de oposición: "Esquerra no es auténticamente nacionalista porque depende de un partido de Madrid". No haría falta agregar mucho más. La propaganda ya estaría hecha. Por ello, Carod exige para pactar una condición que es imposible de cumplir por parte del PSC: asegurar que los diputados socialistas catalanes en el Congreso defenderán lo acordado por el Gobierno de la Generalitat aunque sea contrario a lo que mantiene el grupo parlamentario del PSOE.

A mi modo de ver, la suerte está echada. Cuando se ponen condiciones de imposible cumplimiento es que uno tiene ya la posición decidida. El rostro seguro de Duran Lleida, la sonrisa satisfecha de Pere Macias y la desenvoltura de Benach y Puigcercós en la reunión de anteayer son más que reveladoras. Sus diferencias de vestuario -clásicos los de CiU, modernillos los de ERC- no logran disimular unos objetivos comunes: reforzar durante cuatro años un frente nacionalista en Cataluña que devuelva el ánimo a sus desconcertadas bases en el duro combate contra el PP. Quizá el acuerdo se haga público pronto, sin mucha comedia; quizá la escenificación se alargue un poco más hasta que ERC consiga lo que desee. Al final, ineluctablemente, formarán gobierno.

Francesc de Carreras es catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.

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