Sorpresas de estos días
Lo más asombroso del momento político es la naturalidad con la que se acepta que las elecciones no las gana quien recibe más votos. La democracia que tan trabajosamente se ha construido en este país no da para tanto y, por lo que se ve, hay que aceptar como lógico que el ganador sea una vez y otra no el que gana en el conjunto de Cataluña, sino el que gana en la provincia de Lleida. Otra cosa sería una excentricidad, algo incomprensiblemente insólito. Aquí lo que cuenta es quien gana en las circunscripciones en las que reside el 15% de la población, que son las de Lleida y Girona. En realidad, los 23 años de pujolismo se basan en esto. Son esto. Si, como debiera ser, el voto de todos valiera igual, no habría habido los 15 años de mayorías absolutas de CiU.
Lo segundo más asombroso es la naturalidad con la que se da por supuesto que va a gobernar de nuevo la derecha a pesar de haber sido espectacularmente derrotada. Se ha elegido diputados y hay 74 de izquierda por 61 de derecha. Pero, por lo que se ve, aquí parece que casi nadie considere que Esquerra es un partido de izquierdas y se pretende hacer colar la sensación de que en el Parlament no hay esa rotunda mayoría de izquierdas.
El tercer gran asombro de estos días es el que produce ver cómo desde la propia izquierda surgen voces que se apresuran a dar por políticamente muerto al candidato que está todavía en la carrera por la presidencia y por formar ese Gobierno de izquierdas posible. Dan por descabalgado a quien ha recibido, por segunda vez consecutiva, el más numeroso apoyo de los ciudadanos por el solo hecho de que CiU y Artur Mas tienen cuatro escaños más que el PSC y Pasqual Maragall. Pero despreciando el hecho de que ni CiU ni Mas tienen la mayoría de derechas que necesitan.
Lo cuarto más asombroso es que nadie parezca haberse dado cuenta de que, a estas alturas, CiU tiene ya perdida la mitad del Gobierno. En la mejor hipótesi para ella, lograría compartirlo con ERC, ensoñación que el propio Jordi Pujol se ha encargado de intentar cortocircuitar en cuestión de horas. O puede que con ERC y el PSC. Lo cual, ciertamente, seguiría siendo un éxito para Mas / Pujol porque lo más fácil debiera ser que la mayoría de izquierdas les apeara del todo del Gobierno.
Por supuesto que hay otras cosas. No se trata de invalidar unos resultados electorales fruto de unas reglas del juego que se aceptaron antes del envite. No, no. Hay lo que hay: 74 por 61. Tampoco se trata de no hacer caso de la ambivalencia de Esquerra, ni de lo que hizo en 1980. Ni de negar que el éxito en política se mide por la relación entre objetivos fijados y resultados conseguidos. Desde este punto de vista es obvio que Maragall no ha logrado uno de sus dos objetivos, que era colocar al PSC como partido con más escaños. Cierto. Pero su otro objetivo declarado era formar una mayoría de izquierdas. Y este sí se ha logrado.
Por esto, lo quinto más sorprendente es que también desde la izquierda se acepte que es más natural y lógica una mayoría CiU-ERC que la mayoría PSC-ERC-ICV, cuando en realidad no lo es. ¿Por qué habría que empujar a ERC hacia la derecha?
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