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Del fracaso al éxito a través del atraso

EN 1975 publicó Jordi Nadal uno de esos libros que marcan a una generación. Se titulaba El fracaso de la revolución industrial en España y en su mismo título consagraba el paradigma dominante entonces en la historiografía española. Paradigma del fracaso, que servía para calificar la revolución industrial en lo económico, pero también la revolución liberal en lo político y la revolución burguesa en lo social, todas fracasadas.

A medida que se consolidó la democracia y, con mayor celeridad, desde la incorporación de España a la Comunidad Europea, la radical visión del fracaso comenzó a atemperarse bajo rótulos que hablaban de atraso económico, pautas de industrialización o proceso de modernización; que ponían el acento en los avances sin olvidar los obstáculos y que comparaban lo aquí sucedido más con el área mediterránea que con los primeros llegados del área nórdica o centroeuropea. Una nueva generación de historiadores modificó el prisma y el objeto mismo del trabajo: España, aunque algo tardíamente, salvando obstáculos adicionales y el gran tajo de la Guerra Civil, había recorrido, más o menos, el camino de las economías europeas.

Con el Atlas de la industrialización de España disponemos del cuadro completo de ese proceso, culminación del trabajo de una espléndida generación de historiadores de la economía a la que debemos la comprensión cabal del proceso industrializador, iniciado en las peores circunstancias posibles y que termina situando a España entre las quince economías más industrializadas del mundo. Un éxito al que se ha llegado tras un fracaso, seguido de un recorrido poco exitoso: sorpresas que da la vida.

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