Los 'señores de la guerra' amenazan la Constitución afgana
La nueva Carta Magna puede convertirse en papel mojado si no se ataja la inseguridad
El próximo diciembre, los líderes tribales y políticos afganos se reunirán en una Gran Asamblea (Loya Jirga) en Kabul para ratificar un texto constitucional basado en un modelo occidental con algunas modificaciones. Algunos expertos que han participado en el proceso democratizador del país advierten de que dicho texto será papel mojado si no se ataja el problema de inseguridad, con varios señores de la guerra que no reconocen la autoridad de Kabul.
"Existe la posibilidad real de que todo este proceso de elaborar una Constitución se quede en un simple sinsentido, ya que lo más importante es crear unas condiciones de seguridad en las que se pueda aplicar dicho texto", destaca Barnett Rubin, que fue consejero durante la conferencia de Bonn en la que, en diciembre de 2001, las fuerzas de oposición afganas alcanzaron un acuerdo para diseñar lo que sería Afganistán tras la caída de los talibanes. Dos años después, la Gran Asamblea, formada por 500 delegados, se dispone a aprobar un texto que habla de una república islámica presidencialista y democrática con separación de poderes y pleno respeto a los derechos humanos, haciendo especial hincapié en los de las mujeres.
Sin embargo, en los mismos días en que se celebre la Asamblea, dos poderosos señores de la guerra, Abdul Rashid Dostum en la localidad de Mazar-i-Sharif e Ismail Jan en Herat, seguirán -si no formalmente, sí al menos en la práctica- alzados en armas contra el régimen del presidente Hamid Karzai, apuntalado en Kabul gracias a las fuerzas de estabilización internacionales lideradas por EE UU. Tanto Dostum como Jan y otra docena de líderes tribales de menor importancia no quieren ni oír hablar de una Administración afgana fuerte, y son más partidarios de mantener el statu quo, donde ellos son los líderes indiscutidos de amplias zonas que funcionan con semiautonomía y sin tener que rendir cuentas de su gestión ante nadie. "Uno de los pilares de la democratización es la disolución de las milicias", reconoce David Seday, encargado de negocios de EE UU en Kabul. "Se ha puesto en marcha un programa piloto, pero tan sólo unos pocos centenares de milicianos se han acogido", reconocen. "Sólo en Kabul hay unos 30.000 milicianos y unas 4.000 armas pesadas, incluyendo carros de combate", advierte a su vez el general Joe Prasek, comandante de la Task Force en Kabul.
"Recuerdo que el primer día de trabajo los estadounidenses trajeron el texto prácticamente escrito, les dijimos que no aceptaríamos una Constitución impuesta y hemos trabajado duro para lograr un texto que refleje el sentir del pueblo afgano", explica Abdul Haq Wal, director de Kabul Times y miembro de la Comisión Constitucional. En efecto, entre los cambios más significativos destacan la desaparición de las figuras del rey y del primer ministro. Existe una Cámara baja con 220 elegidos por sufragio universal y un Senado cuyos 250 miembros serán elegidos directamente por el presidente de la república y los consejos de ancianos provinciales. "Puede ser un desastre cuando se bloqueen los unos a los otros", advierte una fuente diplomática occidental en la capital afgana.
Otros expertos estiman que, a pesar de las dificultades, el experimento democrático puede tener éxito. "Afganistán tiene todavía un largo camino por delante hacia la democracia", reconoce Robert Pastor, vicerrector para asuntos internacionales de la Universidad de Washington. "Sin emabargo, creo que todos los pueblos del mundo quieren elegir a sus líderes y sería mejor si el resto de nosotros ayudásemos a los países más pobres a conseguir este objetivo en lugar de poner en duda su capacidad para ejercer la democracia o, directamente, negarles esta capacidad. Hace tres décadas muchos se cuestionaban si España era capaz de vivir en democracia. Estaban equivocados", añade.
Paralelamente a la aprobación de la Constitución por la Gran Asamblea a primeros de diciembre comenzará a elaborarse un censo electoral que servirá para las elecciones presidenciales, previstas en principio para junio de 2004.
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