Una alianza sin fisuras
La alianza franco-alemana no ha sufrido fisura alguna desde que en octubre de 2002 sus líderes anunciaran en Bruselas que habían pactado congelar hasta 2013 los fondos de la Unión Europea dedicados a la Política Agrícola Común (PAC). A partir de ese momento, se dispararon las propuestas conjuntas en todos los frentes remitidas a la Convención Europea, que redactaba desde marzo el proyecto de Constitución.
La relación entre ambos países se había deteriorado durante las negociaciones del Tratado de Niza, en diciembre de 2000, cuando Alemania exigió tener más votos que Francia en el Consejo de la Unión. El canciller alemán, Gerhard Schröder, no lo consiguió ante el frontal rechazo del presidente francés, Jacques Chirac. Ahora, Francia acepta que Berlín tenga mucho más peso y poder que París en el Consejo. En el terreno económico, los dos se respaldan mutuamente para evitar las embestidas de la Comisión por sus flagrantes incumplimientos del Pacto de Estabilidad. Para los seis países fundadores de la Unión (Alemania, Francia, Italia y los tres del Benelux), la fortaleza del eje es la garantía de la construcción europea. Para otros, como España, hay que estar vigilantes frente al peligro del diktat franco-alemán, como ha señalado la ministra española de Exteriores, Ana Palacio.
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